Columna de opinión en el Diario Ideal: Sobre las piedras que son letras de la historia

16 de mayo de 2012



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Dentro de la columna
La puerta de acceso a una columna puede ser la página de un periódico como el que gastas en este momento entre tus manos. También puede ser una pequeña gatera cuyo quicio apenas supera el metro de altura y te sumerge en un túnel del tiempo hasta aterrizar en 1512. Es una escalera hacia el cielo, en este caso, hacia el cielo del Realejo, la antigua judería granadina que junto a los musulmanes del Albaicín y los cristianos del Genil crearon una Jerusalén europea. Pero en 1512 había que castellanizar Granada tras su conquista, convertir minaretes en campanarios, mandar arrasar la Judería, de la que queda el nombre, la leyenda y el sol entre sus callejas laberínticas, y levantar una gran catedral en el Realejo. Así, hoy hace cinco siglos, nació la iglesia de Santo Domingo, de cuya obra original solo queda la columna por cuyas tripas nos introducimos para subir los escalones retorcidos y llegar a tejados y cubiertas y de ahí hasta la cúpula y el cupulín que a cincuenta metros del suelo corona este monumento que, cual libro abierto, habla a quien quiera escuchar y sepa leer lo que dice en sus piedras gastadas que son las letras del libro de su historia. Habla de la talla de los canteros y de los españoles del Descubrimiento, de las trazas tiradas y de las firmas que permanecen, de la procedencia de las grandes piedras en este caso de Sierra Elvira, de las tejas impermeables y rudas aguantasiglos que hoy se cambian dos siglos después de la última restauración y que ha retrasado un largo mes y medio la obra. Las férreas normas de conservación obligan a utilizar materiales artesanos para conservar los monumentos. Se ha encontrado un artesano en Las Gabias que sabía cómo hacer tejas según el siglo XVI. El problema es que el invierno ha sido muy húmedo y ha impedido que las tejas de barro cocieran hasta que casi llegó la primavera con su sol entreverado. El arquitecto asume el problema y lo explica fríamente: «Es que en tiempos de los Reyes Católicos tenían más medios». Maldita crisis.

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