Periodismo, Ideal y contar la Guerra Civil: La mirada que está recordando

8 de septiembre de 2016

Este pasado mes de julio hacía mucho calor y, sin embargo, una portada del periódico IDEAL congelaba un trozo de historia. Es lo que tiene el Periodismo, que es capaz de adelantarse a la realidad, reflejarla o recogerla más de medio siglo después para convertirla en algo actual, presente, eterno. 


Lo consiguieron Cristina González y Fermín Rodríguez al recoger los testimonios de unos niños que vivieron la Guerra Civil en Granada. En su conjunto, el reportaje es estremecedor. Es directo. Nos traslada a la Granada de 1936 para contarnos desde la más absoluta cercanía lo que sucedió. Y lo hace con textos y fotos que se adentran en la memoria ya ajada de los que entonces fueron niños.

La fotografía de una de las personas entrevistadas, merecedora de la portada del día, es estremecedora. La anciana que se convierte en niña con el simple gesto de su mano en la frente, mirando hacia el futuro desde el pasado. Mirando para recordar y también para compartir. En pleno esfuerzo, con una mirada que está recordando. 




Los textos recogen lo que recuerdan los protagonistas. Son frases sencillas en extremo, pero apabullantes.  A mí, me estremecieron:

-El "Horror", le llaman: «Recuerdo aquel día con miedo. No me dejaron salir de casa a la plaza Nueva. Ni mi madre ni mis abuelos. Era consciente de lo que pasaba, ¿o es que los tiros y todo lo que había no se notaba?».


"Sólo había hambre y piojos" 
Serafina Ceballos, de 91 años. Tenía once cuando comenzaron unos interminables meses que describe en pocas palabras: «Fue lo peor que hay en el mundo. El que estaba allí tiraba para acá (hace el gesto de las metralletas). Gente haciendo trincheras. No había estudios, no había nada... No se sembraba en el campo. Sólo había hambre y piojos»




-Los fusilamientos:
Fernando, un chiquillo que incluso llegó a ver «cómo llegaban camiones de presos a plaza Nueva. Los metían por la puerta principal, salían luego otra vez al camión y los llevaban a la Cuesta de Gomérez para fusilarlos. Eso lo vi dos veces y cuando lo dije en casa ya no me dejaron salir más». Aún así, desde su hogar, depende de cómo soplara el viento, «se oía muchas veces la metralleta». «Aquello fue un horror», acierta a decir.



Lee el texto completo: ‘El rastro de la guerra en los ojos de un niño’, en este link.

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