'Bilbao en blanco y negro', la serie que el periodista Mikel Iturralde publica en el diario El Correo, cumple cincuenta entregas. Hablar de la ciudad es el único propósito que persigue la serie quincenal que publica El Correo desde hace dos años, bajo el epígrafe 'Bilbao en blanco y negro'. La fotografía de Bernardo Corral y el texto de Mikel Iturralde intentan transmitir un inmenso caudal de bilbainismo. El esquema es sencillo: una imagen histórica a cuatro columnas (un sello de lacre informa del autor, la data y su ubicación); otra instantánea a tres muestra el estado actual y 45 líneas para describir el escenario. Urbanismo, cultura, gente, arquitectura, vida, costumbres y arquitectura se dan cita en estas páginas que esta semana llegan a su número 50. A través de estas estampas, se pretende mostrar la gran transformación de una ciudad que desde siempre ha mirado inequívocamente al futuro, aunque en ocasiones ha vivido encerrada en sí misma. Los cambios en su fisonomía dejan atrás, casi olvidadas, algunas de las pieza históricas más valiosas del patrimonio urbano y exponen a propios y extraños a una metrópoli con vocación moderna y cosmopolita.
Dentro y fuera se ensalza el proceso de transformación tan descomunal como el que se vivió durante el último cambio de milenio, resultado del 'efecto Guggenheim', como se ha bautizado el contagio de efervescencia urbanística que ha traído a la ciudad a Norman Foster, César Pelli, Philippe Stark, Zaha Haddid, Rafael Moneo y Santiago Calatrava. Pero algo muy similar ocurrió justo un siglo antes, cuando la Villa comenzó a expandirse, y los arquitectos y urbanistas de mayor renombre pusieron su impronta en nuevas calles y edificios. Ricardo de Bastida, Mario Camiña, Severino Achúcarro, Pedro Guimón, Leonardo Rucabado, Manuel Ignacio Galíndez, Enrique Epalza, José María de Basterra, Tomás Bilbao y Manuel María de Smith son los 'hacedores' de aquel otro Bilbao.
Quedan vestigios aún, y muchos, de ese 'bochito' que universalizó Miguel de Unamuno (1864-1936), quien ya se quejaba en el último cuarto de siglo XIX de la mutación que venía produciéndose en Bilbao. "Cuanto más prospera y crece mi pueblo, menos me atrae, porque tanto más deslustra el retrato que de él yace prendido en cristal de mi espíritu. Es hoy la casa de todos; enhorabueno, así debe ser. Así debe ser, pero, ¡ah! ¡ah! ¡los tiempos en que era nuestra casa, la de la familia, que poco más que por muertes y nacimientos se renovaba! Sólo lo pasado es poético, sólo lo que ha vivido". El lamento del escritor y filósofo, de cuyo nacimiento se conmemoran ahora 150 años, dice mucho del proceso de cambio que ya vivía la Villa hace más de un siglo.
"Bilbao Bilbao; Ay como has cambiao; Bilbao ya no eres; el de antes; Ay que pena pena; se fue lo bonito; cuando Bilbao era: tan solo un bochito", se cantaba ya en esas bilbainadas tan propias del solaz de los 'chimbos'. No es bilbainada un término que reconozca la Real Academia Española, aunque el acervo popular foráneo denomine así una hombrada de la que se habla con excesivo énfasis. Por estos lares, ese sustantivo se refiere a un género musical típico de Bizkaia en el cual, como su nombre indica, se habla principalmente sobre Bilbao y sus pueblos cercanos.
'Bilbao en blanco y negro' llega ya su número 50. La Naviera Aznar, uno de los edificios más singulares de la ciudad de mitad del anterior siglo, es el objetivo de esta nueva entrada quincenal de las páginas de El Correo. La construcción, que alberga ahora importantes dependencias municipales, es "el mejor edificio de la España del momento", según Javier Cenicacelaya, catedrático de Arquitectura de la Universidad del País Vasco. Hablamos de Bilbao.