El Derby de la Copa entre el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad entra en la Historia del Periodismo

31 de marzo de 2021

Este sábado día 3 de abril de 2021 se juega, por fin, la final de la Copa de Fútbol, que se tuvo que aplazar el año pasado por la pandemia. Se quería esperar para poder jugarla con público en las gradas, pero la insistencia de la maldita covid no lo ha permitido. El estadio de la Cartuja, en Sevilla, será testigo de una final que es un derby entre dos de los equipos con más personalidad del fútbol europeo y, con permiso, de todo el planeta.

Sé lo que digo. Soy donostiarra de la Real Sociedad y estudié carrera y máster en Bilbao, donde hice prácticas, precisamente, en El Correo, uno de los mejores periódicos del mundo. Puedo decir, sin que me tiemble la voz, exactamente lo mismo de El Diario Vasco. También pude hacer prácticas en este periódico guipuzcoano, donde me enseñaron a escribir. Además, en sus páginas, mi Aita me enseñó a leer.

Un Derby entre el Athletic y la Real o entre la Real y el Athletic, en Bilbao o en San Sebastián es, probablemente, la mayor fiesta del fútbol del mundo entero. No sé si en Glasgow me perdonarán mis palabras. Sé que tengo que vivirlo, ya que un Rangers-Celtic es el derby más antiguo del mundo. Pero el que vivimos los leones y los txuri urdin es único. 

Nadie nos gana a rivalidad, a chistes malos, a escarnios diversos y a todas las mofas del mundo. Pero solo somos eso, y nada más que exactamente eso; rivales. Recuerdo que con un gol de Bakero eliminamos en San Mamés al Athletic para presentarnos en la final de la Copa de Zaragoza. Estábamos detrás de la portería en la Catedral con nuestras bufandas rodeados de Herri Norte por todas partes. Todo fue piques y comentarios, cigarritos y farias, kalimotxo y descojone. 

Cuando al final, les eliminamos, todos nos daban la mano con fuerza y nos decían "Ahora, tenéis que ganar la Copa". Salimos hacia Pozas, la mítica zona de potes junto a la Catedral y seguimos de copas por el Casco Viejo hasta pillar el primer tren de vuelta a Getxo a las seis de la mañana, trompas perdidos, felices, cansados y con nuestras bufandas txuri urdin. No es que desde que saliéramos de San Mamés no nos dejarán pagar ni un puto zurito, es que nos invitaron hasta el tren. Son así. Somos así.

Recuerdo por ejemplo cuando a Cris la llevé a ver el derby en Donosti. Ella, que estudió en la Universidad de Sevilla, recordaba los encuentros entre el Betis y el Sevilla y se mostraba un poco atemorizada. Lógico. Cuando el Betis y el Sevilla se enfrentan la mágica ciudad -aires de Roma andaluza en su dibujada cabeza, que escribió Lorca de Sevilla para el torero-, la Policía Nacional establece un dispositivo de seguridad tal que divide la ciudad en dos para que sendas aficiones no se encuentren juntas ni un solo segundo, por la que se puede liar, que se lía.

Aquí, y digo aquí aunque ahora mismo esté escribiendo desde Granada. Decía que aquí, en el caso de Donosti, las dos aficiones se citan en Loviejo sin citarse. Sin guasaps ni mierdas. Todos los bilbainos saben que antes del partido hay que ir a la Parte Vieja de potes, a repetir que en la Bahía de la Concha hay que construir un aparcamiento y a decir a tododiós que el marco incomparable del Arriaga es mucho más bello que el de la Concha.

Superentonces se superllena Loviejo de superbilbainos, esos lindos superleones que todo lo hacen supergrande. Al champán le llaman Agua de Bilbao y, claro, nunca pagan porque en Donosti el agua es gratis. Cuando van al muelle se ponen a hablar de su Superpuerto, que no es más que técnicamente el Abra Exterior, con sus espigones rotundos. Cuando piden los vinos y las kañas ponen voz de tenor para impresionar y para decir cómo han llegado cuentan que han venido por la Supersur, que no es más que un vial que lleva de Bilbao a Muskiz para luego cruzar la muga y veranear en Castro (de Castro Urdiales, Santander). 

Por supuestísimo, los jugadores del Athlétic son los leones y su estadio, San Mamés, la Catedral del Fútbol, que escriben con mayúscula mientras que la catedral de Santiago, en el Casco Viejo de Bilbao, la escriben con minúscula. No podría ser de otra manera. Dios es muy importante en Bizkaia, que tuvo que copiar a Gipuzkoa su Santo Patrón, San Ignacio de Loiola. Pero el Athletic es que es la rehostia. Con perdón.

Tras la cita en Loviejo, las dos aficiones se unen, unos rojiblancos, nosotros txuri urdin, y vamos juntas hasta el estadio. A Anoeta. Recorremos toda la ciudad, menos mal que es prácticamente en línea recta, y vamos todos cantando y tocándonos los kojones. Cris, cuando vio a la masa rojiblanquiazul junta, animando cada una a su equipo, quedó boquiabierta. Todos juntos, abrazándose, con chanzas, chistes y apuestas, no podía creer lo que veía. El ambiente, eléctrico, vibrante, único.

No teníamos entradas, así que nos apalankamos en el Txamarta, un bar de toda la vida junto a Anoeta. Estaba lleno de aficionados del Athletic y de la Real. Ella seguía con la mosca detrás de la oreja. Yo me puse con uno del Athletic y su kuadrilla. Metió la Real, y saqué una ronda para todo ellos. Eran unos ocho o así. Cris me dijo, ¿pero les invitas? Claro, les hemos metido un gol, estarán tristes, le expliqué. Metió rápido el Athetic. Fue su turno Quisieron invitar. No les dejamos. Fue solo entonces cuando casi llegamos a las manos. Por pagar. Por convidar. Por invitar. Por aquella noche de la semifinal.

Este sábado en Sevilla, territorio neutral, todos acogidos a sagrado, se celebra este partido, que pasará a la historia por cientos de razones y que quiero que gane la Real. Tengo en mente un titular: 'Del gol de Zamora en el Molinón al gol de Oyarzabal en Cartuja". El texto, te lo puedes ir imaginando. 

LAS PORTADAS DE LA FINAL DE LA COPA DEL DEBY

Pero no será lo único que pasará a la historia. El Periodismo que están desplegando El Correo en Bizkaia y El Diario Vasco en Gipuzkoa para cubrir los días previos a la gran final es impresionante. De una calidad que lejos de sorprenderte, es grata, cómoda, cercana, ilusionante, brillante. Todo los días quiero ver la portada de El Diario Vasco y compararla con la de El Correo.

Los guipuzcoanos han optado por poderosas fotografías personales de los aficionados txuri urdin. El poderoso azul de nuestro mar. Los vizcainos han elegido unas bellísimas ilustraciones en blanco y negro donde el color rojo de las banderas, guirnaldas y bufandas llena las portadas. Empezaron el fin de semana, con una banda horizontal bajo la mancheta. Pero, día tras día, va creciendo.

Hoy, que ya es miércoles, ocupa prácticamente más de la mitad de sendas portadas de la edición de hoy. Tengo ganas de verlas mañana, y de verlas el sábado, el día de a gran final. Pero, sobre todo, tengo ganas de leer en la portada de El Diario Vasco que la Real ha ganado la Copa al Athletic de Bilbao.

(*) Este artículo está dedicado a Jose, con quien vi muchos derbys y partidos en San Mames y en Atocha. Jose, más del Athletic que donde los hacen; y yo, con sangre txuri urdin en las venas, nunca discutimos, y guardo como un tesoro su camiseta del Athletic de Bilbao que me regaló por el Centenario de su club
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(AMPLIAREMOS CON EL RESTO DE LAS PORTADAS)














Cols: Un cómic de Rock & Roll, Madrid, absenta y chicas como tú

7 de marzo de 2021


Clara y Olivia, dos hermanas que se apellidan Cábez y que he conocido en el Campo del Príncipe del Realejo de Granada, han superado a mi amigo Hasier Etxeberria, y esto no es fácil. Clara, tuvo la idea original y ha ilustrado un cómic que con el título 'Cols', narra los guiones de su hermana Olivia.

 

Cols es joven y madrileña, tiene dos amigas, Nico y Margo. Las tres forman un grupo punkarrón que se llama 'Gookie'. A partir de aquí empiezan las polisemias, las metonimias y las lisergias. Hasier me contó una vez con la mano apretada fuertemente a su mejilla ladeada que una vez se despertó encima de un charco. "Y no sabía ni en qué continente estaba". Las tres 'Gookies' se despiertan y tampoco recuerdan lo que ha sucedido desde el viernes. Tampoco encuentran la batería, que ya es perder una batería.

 

Se ven obligadas a desandar sus pasos por la noche madrileña en un finde al revés con guiños a muchas noches vividas y bebidas. El que conozca el desayuno buffet del Ritz me entiende. Y el que ha probado la absenta, también. Tiene pintas de mucha experiencia personal, toques autobiográficos y de sueños por cumplir.

 

La historia es redonda y divertida. Es una primera entrega porque es el primer capítulo y esperamos con mucha hambre muchas pirulas más de Cols y sus compinches. El trazo, inspirado en la ochentera línea blanca, también recuerda al cómic francés rockanrolero de Frank Margerin, de la factoría Metal Hurlant, padre de Lucien, rockero referente durante los ochenta, ingenuo y gamberro, abuelo de las 'Gookies'.

 

Me quedo con la viñeta de las 'Gookies' con una empanada de tamaño sobrenatural tocando la batería a todo trapo dentro de la furgoneta. Siempre he sabido en qué continente me he despertado, o casi siempre. Y nunca he tenido una furgoneta. Quiero el número 2 de 'Cols'. Y lo quiero ya.

 




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