"Nadie llega al segundo párrafo", Walter Matthau a Jack Lemmon en Primera Plana, del genial Billy Wilder.
"No penséis que soy una rata asquerosa", Kirk Douglas como el periodista sin escrúpulos Chuck Tatumm en la película El Gran Carnaval
"Usted facilite las ilustraciones y yo pondré la guerra", Orson Wells en Ciudadano Kane repitiendo las palabras de William Randolph Hearts a su corresponsal Remington.
Y los viejos adagios periodísticos de 1001 Medios:
.-"No le digas a mi madre que soy periodista que se piensa que toco el piano en una casa de putas"
.-"Si todo nos sale mal en el periódico montamos un bar. Y si también nos va mal, lo abrimos al público".
Es la imagen descarnada y descarada que las inmortales películas americanas han dejado en la mente colectiva.
Los periodistas como ratas, borrachos, mentirosos, escoria, gente aprovechada, sin principios, rastreando la noticia independientemente del tipo de noticia que sea: Amarilla, rosa, basura, falsa, manipulada, torticera, roja, sangrienta o sanguinolienta.
Y, todo ello, envuelto en alcohol y risas. Y humo, porque como una vez escribí: "Hubo un momento en el que parecía que si no encendías un cigarrillo no saldría nunca el periódico".
(Lee el post completo en mi blog en el diario Ideal)
De todo esto y de cómo hemos evolucionado los periodistas y los medios hablaremos mañana día 1 de marzo a las 20 horas en el Teatro de Caja Granada. Luego habrá un debate. Estais todos invitados. La etiqueta para seguirlo en Twitter es #Vivaelperiodismo. ¡Gracias!
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El viernes actualizaré este post con todos los links y vídeos y fotos
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Este post y esta conferencia está dedicada a Enrique Meneses, mi amigo, con quien hablo todos los días, porque me ayuda a mantener viva y comprometida mi vocación por el Periodismo. Gracias, Enrique.
Periodismo: "No te harás rico pero, te vas a divertir (II)"
29 de febrero de 2012
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Una cuestión de karma
26 de enero de 2012
Adoro las bios de Twitter.
Una de mis favoritas es la de mi compinche @jecabrero: Periodista en IDEAL y superhéroe en mis ratos libres. http://saltodeeje.es/
Esta mañana andaba alinenado su karma, porque anoche se encontró por la calle un móvil de los molones y se ha pasado las últimas horas averiguando cómo desbloquearlo hasta que se ha dado cuenta de que lo que realmente tenía que hacer era intentar encontrar a su dueño.
Es como lo de la billetera perdida no solo con dinero, sino con carnets y fotografías y recuerdos que valen más que el propio parné. Y un móvil es lo mismo pero a lo bestia, puede encerrar fotos, mensajes, ideas guardadas con un valor superior a los 185 napos que cuesta.
Así que el compay se ha puesto a alinearse el karma y se ha propuesto encontrar al dueño del móvil. Ha escrito un post contando la historia, lo hemos publicado en la Home de Ideal.es. También ha abierto todas sus redes sociales para dar con él.
Ahora se encuentra mejor. Yo también. Igual no lo encontramos, pero tenemos el karma de lo más alineado, como Earl, quizá nuestro auténtico superhéroe.
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Periodismo y Checkpoint Charlie: You are leaving the American sector
13 de agosto de 2011
Hay veces que te citas tu solito con la historia.
Quinto de Periodismo en la UPV fue el curso 1989-1990.
El Muro caía y mi compinche José Guerrero y yo hablábamos entre clase y clase de salir zingando para Berlín. Pero zingando leches.
Nos contuvo la idea de que estábamos en último curso de carrera, estábamos ya vinculados a los diarios regionales de Vocento donde llevábamos desde tercero y caurto de carrera haciendo prácticas, y no era el momento de salir corriendo.
Quizá mejor dejar pasar los meses hasta junio, y una vez licenciados, salir corriendo en pos de noticias. La aventura.
Nunca me arrepentiré tanto de no haber ido a Berlín. Nunca. Sé, desde la comodidad de este salón de un magnífico piso en Granada enclavado sobre la antigua Judería y con un atardecer de agosto que se recorta en Sierra Nevada y las cúpulas de dos basílicas y una catedral frente a mí a través del amplio balcón desde donde escribo, a punto de salir a cenar algo de carne a la brasa con vino de Rioja, que esa decisión hubiera cambiado mi vida para siempre. Lo sé y me duele.
Al año siguiente ambos estábamos currando y contratados en un diario, en Ideal, por más señas. Al verano siguiente, logramos llegar a Berlín. Ya había salido del foco. Estaba en pleno proceso de las conversaciones 4+2 para la reunificación alemana, y todavía era alerta informativa. Pero no había miga, salvo contemplar la historia justo cuando acaba de pasar por delante de tus narices..
Una vez desaparecida la tensión Este-Oeste, y con la caída de la Unión Soviética, ese año de 1992, a pocos kilometros de Berlín terminó de estallar la guerra en los Balcanes. Me planteé ir. Me lo pensé. Me consolé llevando la sección de Internacional del periódico. Leyendo un par de decenas de libros sobre el conflicto, la historia y la belleza de los Balcanes. Fui a Sarajevo. Pero otra vez llegué tarde aunque había conflicto, no había guerra. Ya había terminado. De la ausencia de miga en Berlín a las migajas de Sarajevo.
Este post es un lamento del periodista que quise ser y nunca seré. Y este post es un compromiso conmigo mismo: la próxima vez que el cuerpo me pida ir un sitio a cubrir un conflicto, lo dejaré todo y saldré zingando como aquella vez imaginé en los pasillos de la UPV y cruzaré cualquier Chekpoint Charlie, sin aliento, recordando el último cartel del paso fronterizo: "You are living the American sector".
Sé que sonreiré.
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.-Cincuenta aniversario de la construcción del Muro
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Periodismo en verano: bolazos de nieve y saltos
11 de julio de 2011
No son noticias de abrir las carnes ni la portada del diario pero tratamos de escribirlas bien, de que sean útiles para nuestros lectores e interesantes también para nuestros internautas.
Los resultados pueden verse en nuestra Home. El tema de los campamentos para los críos lo enfocamos desde la perspectiva de la ruptura de la rutina y las consecuencias para la unidad familiar. El resultado es que las ‘mates’, ‘cono’ y el ‘recre’ se convierten por arte de birlibirloque en piscina, inglés o caballos. Es, en suma, otra clase de verano.
Y la nieve. Que en el Sur, en Andalucía, en pleno verano, en Sierra Nevada, los niños puedan bajarse un par de centenares de metros de nieve fría, blanca y helada tiene un encanto inigualable. El problema es cuando estás haciendo la entradilla y entre bromas de que sí y de que no te fríen a bolzos de nieve. Pero como es verano, tiene su encanto.No pasa nada. Es verano y hay que hincarle el diente a los temas de siempre con frescura, ganas e ilusión. Si vas motivado, altamente motivado, vuelves con dobles páginas de reportaje para la edición impresa y buenos vídeos informativos para la web.
Al final, dos historias amables y espero que interesantes en las que acabas dando botes o te fríen a bolazos de nieve. Gajes, maravillosos, del oficio de periodista, de contador de historias, de habalr con la gente.
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La leyenda de la Judería de Granada
1 de junio de 2011
Esta historia me ha gustado trabajarla. Lástima que no tuviéramos más tiempo, porque da para mucho. Para mucho más. Resulta que el Gran Rabino Sefardí de Israel volvía a Granada, 500 años después.
Los judíos fueron expulsados de España un 31 de marzo de 1492 tras un par de edictos firmados por los Reyes Católicos. Aquí entra la historia. Uno fue para expulsarlos de Granada otro de Aragón. Uno debió ser firmado en Santa Fe, donde los RR CC tenían su campamento desde donde habían conquistado Granada, un 2 de enero. Un edicto debió ser entregado en el Salón de Embajadores de la Alhambra... No hay acuerdo entre las fuentes historiográficas pero sí esta demostrada su existencia completamente.
Lo importante de la vuelta del Gran Rabino de los sefarditas es que vuelve a su casa cinco siglos y casi veinte años después. Bueno, a la que fue su casa. Bueno, a lo que queda de ella.
Granada era una idea. Como lo fue Roma y su romanización, y su pax romana. O quizá Jerusalén, ciudad de tres religiones y ciudad sagrada tres veces. Granada fue un día y durante siglos ciudad de acogida para los cristianos, los árabes y también para los judíos.
Hoy en día los cristianos son mayoría absoluta, con la inmigración hay muchísimos musulmanes, pero los judíos siguen desaparecidos. En toda Andalucía están presentes en comunidades registradas, oratorios y sinagogas. Están en Málaga muy activos, de siempre en Sevilla, hay una sinagoga en Jaén. También están en la Federación Española de Comunidades Judías los de Córdoba. Pero en Granada no hay nada. Absolutamente nada.
¿Que quéda entonces de la Judería de Granada? Esta es la pregunta que quisimos responder. Pero no esperen en la respuesta encontrar algo comparable a la Alhambra de Granada o las basílicas cristianas (hay dos en Granada, las Angustias y la de San Juan de Dios).
Los Reyes Católicos ordenaron arrasar la Judería de Granada. Y no queda nada. Apenas un aljibe de la época en la cuesta Rodrigo del Campo. Y cuando las obras, reaparecen las murallas del barrio judío y la Puerta de los Alfareros, bajo la actual Plaza Fortuny, se descubrió hace casi diez años, cuando se hicieron las últimas grandes obras de infraestructura del barrio.
Repito la pregunta. ¿Qué queda entonces?
No quedan sinagogas ni baños ni vestigios, en una ciudad anciana y mítica como Granada. Queda la idea, quedan los sentidos, queda la magia de las palabras, queda vivir en el Realejo, como se conoce ahora a la antigua Judería, queda el respeto y también, junto a la magia de las palabras, quedan las leyendas y la intensa producción científica y novelística que genera la ausencia de judíos en una ciudad-idea.
Podemos despertarnos cuando el sol sale por Sierra Nevada y sentir tras las frías noches granadinas el calor de los rayos del sol. Permanece la algarabía del barrio que se despierta y está repleto de comercios y de comerciantes y de clientes, como antaño. También quedan las calles empinadas y blancas, recoletas y angostas, escarpadas y estilizadas como un vericueto secreto que al llegar al Lavadero de la Puerta del Sol nos muestra la ciudad que resta a nuestros pies.
Torres Bermejas como refugio en la muralla y la Vega en todo su esplendor, verde, feraz y repleta de agua a borbotones. Y quedan los olores y sabores de Granada. Su particular temperatura y la luz, la luz de la paz y de la sabiduría que elogió ayer el Gran rabino a su llegada a la ciudad.
Queda lo que una decisión nunca puede borrar. Aunque sea por un edicto o dos y que además lo firman los Reyes Católicos, Los Ínclitos, como se les conoce en Granada, ciudad en la que están enterrados en la Capilla Real anexa a la Catedral en un caso único, ya que todos lo monarcas españoles descansan en el El Escorial.
Queda el respeto de la gente por lo que ya no es. En Granada, en el Realejo, todo el mundo acepta y cuenta como aprehendido que viven sobre los restos de la Judería de Granada, y cualquiera del Barrio, así con mayúscula, es capaz de contarte muchas historias de los judíos. De hecho, de la historia a la leyenda, te dicen que San Cecilio, copatrón de la ciudad, es una antigua sinagoga y que por su cuesta hacia el actual Campo del Príncipe bajaban los rabinos con sus anchos sombreros y sus coletas-trenzas. Las greñas. Los greñúos. Y llegamos al gentilicio de los nacidos y vecinos del Realejo: Los Greñúos, hijos de la leyenda de los rabinos judíos.
Y queda el nombre de la ciudad: Ilíberis para los romanos. Elvira para los árabes, Granada al Yahud para los judíos.
Y ahora pregunto yo: ¿Con cuál de los tres nombres, el cristiano, el árabe o el judío, se conoce ahora a esta ciudad?
Pues eso: la magia de las palabras. Granada como idea. La leyenda de la Judería de Granada, que no termina nunca, y que como las ruinas de la Puerta de la Alfarería, reaparece para volver a su lugar bajo la Alhambra, ante la Vega, protegidos por Sierra Nevada.
No me digas que no es bonito ;-)
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Etxalar. Recien nacido
20 de mayo de 2011
Hoy cumplo 46 años. Soy un tipo feliz. Gracias a vosotros, los que me rodeáis. Es más que suficiente. Trabajo en lo que me gusta. Eso es ser un tipo afortunado. Quería recuperar esta foto. Recién nacido. En Etxalar.
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Municipales en Granada 2011: Reportajes
11 de mayo de 2011
Me encargó Quico que me fuera a las sedes de PSOE y del PP para montar un reportaje con los ‘fontanerillos’ que logran que la maquinaria electoral de cada partido cobre fuerza y funcione durante cada campaña electoral. Los equipos de comunicación de ambos partidos me seleccionaron a su amor cuatro personas, dos de cada partido.
Son Encarni, Marian, Ernesto y Mariano. Tras hablar con ellos y más o menos pasar una jornada completa me di ceunta que compartían tantas cosas que eran más las similitudes que las diferencias: el compromiso, el esfuerzo, a vocación de servicio, el desprendimiento y, por qué no contarlo, el paro. Tres de los cuatro están en paro. La visualización de la tragedia nacional la tenía al alcance de la mano. Así que conté la historia de cada uno y las mezclé, sin decir a qué partido pertenece cada uno.
Luego, tanto en el vídeo como en los pies de foto del diario impreso salían con su nombre, claramente. Pero me pareció un buen recurso estilístico escribir sobre su trabajo y sus motivaciones fuera del marco de sus siglas, para que quedara la esencia.
El reportaje lo titulé Los Otros, los que no se ven, los que están silentes, los que viven como Alicia en el País de las Maravillas, al otro lado del espejo. Este es el resultado: ‘Ellos son los otros’; y debo decir que hay dos muy buenas fotos de Alfredo Aguilar y de Fermín Rodríguez, así como un vídeo bastante currado, también aquí.
Ellos son Los Otros
Lejos de los focos, las cámaras o los mítines, se afanan cada día en que la maquinaria de PP y PSOE se encuentre a punto para que la campaña funcione como un reloj
J. F. B.
Marian, Encarni, Ernesto y Mariano son militantes de sus respectivos partidos políticos, trabajan para ellos, multiplican su compromiso cada campaña electoral y no aspiran a ninguna recompensa. Tampoco figuran en lista electoral alguna, salvo en un caso, «pero en un puesto tan al final que es de los considerados de relleno». Son una especie de legionarios del voto que se entregan a su partido con todo lo que tienen. Están para todo lo que manden.
Una se autodefine «la tonta de la militancia» como explicando que siempre dice «a cualquier 'marrón' que sí». Otro lleva ya un par de días recorriendo los pueblos de Granada para montar los escenarios de los mítines. Son así sus trabajos. Un tercero puede pasarse tranquilamente todas las mañanas 'ensobrando' papeletas y propaganda y una tercera es capaz de preparar kilos y kilos de pegamento para «salir a llenar las paredes de propaganda del partido».
Estas cuatro personas se parecen al cien por cien en sus inquietudes políticas, en su vocación de servicio, en la ausencia de ganas de medrar en la jerarquía, en la satisfacción que les produce su voluntariado político y en que tres de los cuatro se encuentran en el paro. El terrible paro.
Son cuatro historias en paralelo de cuatro granadinos que logran que sus partidos funcionen en campaña electoral. Lejos de los focos y del protagonismo, son los otros. Donde lo único que les diferencia es la opción política elegida, bien PP bien PSOE. Veamos.
Marian es licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad de Granada. Lleva seis años trabajando en la banca y «me he pedido una semana de vacaciones para trabajar en la campaña, más mi 'hobby' de todos los días de 6 a diez de la tarde», que también se lo echa al partido. Toda una 'peoná'. De 31 años de edad «y soltera-por-ahora», se apresura a silabear, vive en su piso junto a su hipoteca. Eso sí, no tiene ni coche ni moto y jalea que «mi '33' es fantástico», en referencia a su línea favorita de la Rober.
El terrible paro
Mariano tiene 30 años. También es licenciado pero esta vez en Historia. Tiene un diploma Estudios Avanzados en Historia Contemporánea de España y de América, y un máster en Gestión Cultural otorgado por el prestigioso Instituto Universitario Ortega y Gasset. «Vivo en pareja, tengo un piso en propiedad y soy gestor cultural, pero desde 2009, con los recortes en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), me he quedado en el paro».
No es el único. Encarni Narváez García lleva años y años de militante. Sus abuelos eran del partido, lo eran sus padres y lo son su marido y sus dos hijos. Ahora es ama de casa, «pero siempre he trabajado en hostelería: cocina, barra, cafetería...». Reconoce que toda la familia (ella, el marido y los dos hijos) «estamos en el paro, pero ya vendrán tiempos mejores». Viven de la ayuda de 426 euros que recibe su pareja «y de unos ahorrillos de las vacas gordas». Y sonríe como sonríen las que nacieron bañadas por el sol del Albaicín.
Ahora es el turno de Ernesto, 29 años y licenciado en Ciencias Políticas. Prepara oposiciones al Cuerpo Diplomático, «pero como este año no hay convocatoria pues llevo ya un par de meses apuntado en el paro». Para sobrevivir tiene «gasto cero y vivo en casa de mis padres». Su historia de militancia comienza en las juventudes del partido y tras un periodo decide afiliarse. La política le entra por la vena familiar «y por convicción personal. Mis padres siempre fueron militantes del partido y, según creces, te interesas en la política, en la historia y en la situación actual y te afilias por convicción con las ideas del partido, que ya es identificación. Y trabajas por ellas. Por la solidaridad, por los valores... para que lleguen a toda la sociedad».
Ernesto se une a sus siglas por «identificación» y trabaja para extender el credo político en el que cree. Como Marian, convencida de que «la única manera de cambiar el mundo es trabajando desde dentro». Y apostilla: «Los jóvenes debemos comprometernos más en política. Desde la barrera no se cambia nada». Y respecto a su elección política, la explica con transparencia: «Porque es el más cercano a mi forma de entender las cosas y de entender el país».
Mariano es quizá el más vehemente de estos cuatro militantes. Se afilió tras un atentado terrorista de ETA y habla de sus ideas políticas como de algo que ha estado presente «de siempre» en su vida, «en mi convicción». Y entonces actúa en consecuencia.
Queda acaso cantar la mano de estas dobles parejas y desvelar la jugada para conocer sus siglas. Pero igual, como no son votables, tampoco es importante. Son los otros. Los que hacen rular la maquinaria de su partido. Y son así.
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Periodismo: Testimonios para construir un recuerdo
1 de mayo de 2011
Dos preguntas:
¿Qué es un bulanico?
En Granada y Jaén le llaman bulanicos a lo que en Donosti llamamos 'brujas' o 'sorginas'. Son las esporas, las bolas de polén que flotan por la ciudad en primavera. Aparecen y desaparecen pero están presentes. Son leves, imposibles de coger con la mano, porque te esquivan. Son blancas, inmaculadas. Así dice una gitana vieja que era el niño Alejandro. Cuado lo escuché de su boca, tras tres días con ellos, me di cuenta de que me estaba dando toda la historia, más allá del titular. Porque se podía partir de la frase para construir un retrato de lo que estaba pasando. Una especie de foto fija del dolor, de la incomprensión, de lo irracional, del Mal. Solo con las palabras de ella un tipo como yo puede escribir sobre un niño (presuntamente) asesinado. Me siguen ¿verdad?
Voy a dedicar este post a un tipo que sin él mucho saberlo me insufló ánimos en unos momentos en los que yo andaba regulín. Fue capaz de darme confianza en mí mismo y logró convencerme de que algo de talento anidaba dentro de mí. Ahora, que ha pasado mucho más de un año, es el momento de darle públicamente las gracias. Así que, querido y estimado Maese Pepe Cervera, gracias.
«Alejandro era como un bulanico»
Dos familias y un barrio completo quedan marcados por la muerte de Alejandro, un niño de 6 años
El miércoles 27 de abril de 2010 entra en las vidas de una multitud de personas que recuerdan al pequeño lleno de cariño, amor por sus padres y que siempre jugaba al fútbol
:: J. F. B.
GRANADA. Un niño ha muerto. Es un crimen. Ahora hay que determinar los culpables. Queda una familia destrozada, una barriada que pide justicia y otra familia con la marca de la sospecha sobre su estirpe. Los primeros se han quedado sin su hijo Alejandro. Los segundos viven atemorizados en este inmediato presente por un mal que todo contagia y un temor que a todos paraliza. Los terceros llevan la pena en el propio pecado cometido, maldicen en el barrio. El drama tiene tres actos. El primero son los hechos, que construyen el relato. El segundo es el recuerdo, la vida que se fue. El tercero es el futuro, que no se escribirá ahora.
Los hechos
Primer acto. Los hechos. Alejandro Fernández, seis años, toda la vida por delante, murió el miércoles 27 de abril en extrañas circunstancias en la zona conocida como Molino Nuevo del barrio de Almanjáyar, en la ciudad de Granada. La autopsia realizada al cadáver del pequeño confirmó que murió por efecto de la caída, que le produjo un «traumatismo cranoencefálico y una hemorragia interna». El cadáver apareció bajo la ventana del tercer piso en el que vive la niña menor junto a sus padres.
La propia menor ha reconocido ante el fiscal que participó en la muerte de Alejandro. Los padres de esta menor declararon como imputados el viernes ante la juez de instrucción número tres, quien les puso en libertad pero acusados de homicidio.
La defensa particular de los padres de Alejandro anunció que el martes recurriría esta medida para solicitar la inmediata encarcelación del matrimonio, ambos imputados. La niña de doce años se encuentra bajo la tutela de los servicios de la Junta de Andalucía separada de sus padres y fuera de su domicilio en Granada. La menor no tiene responsabilidad penal alguna dado que tiene doce años.
Todo lo que sucedió desde que la vecina del tercero de Alejandro, esta niña de doce años, le dijo «vente conmigo que te voy a dar un coche» hasta que el pequeño cadáver de Alejandro fue encontrado en la calle bajo la ventana del domicilio de esta menor, sigue siendo una concatenación de especulaciones, de ideas, de pasiones, de contradicciones, de querencias, de justificaciones, de hipérboles, de maldiciones y de incógnitas que la justicia tiene ahora que despejar.
Los recuerdos
Segundo acto. Los recuerdos. Alejandro. Seis años. Un niño. Inocente. «¿Qué vas a decir de una criatura así? Era todo risas, nervios, un alboroto», recordaba en el cementerio, momentos antes del entierro del pequeño una abuela que tiene «quince nietos y que le quería como al que más». Esta gente humilde de la zona alta de Almanjáyar es parca en palabras y larga en lamentos. Monosilábica en extremo, cuenta más lo que callan que lo que logran articular entre sus mandíbulas prietas, rígidas por el dolor.
Pedro, vecino de las ahora víctimas, rompe el silencio: «Era un pequeño encantador. Nos quería a todos, con todos jugaba. Con mis hijos se llevaba cariñosamente. Y no se iba con nadie... si apenas salía de la puerta del portal», y acaba llorando la pérdida. Un mozo fornido de 18 años, vecino y familiar de Alejandro, asiente con la cabeza para certificar la versión de Pedro: «Como estos días llovía, estaba en la puerta de la casa y en la escalera, jugando a la pelota. Era lo que más le tiraba. Jugaba con su hermano y sonreía», los ojos verdosos del mozo tornan aguamarina... Aparecen dos gitanas jóvenes, Tamara, que es sobrina; y Mercedes, que es prima hermana. Apenas llegan a la veintena, y en el cementerio, cuando el entierro, tratan de explicar el dolor de la pérdida del pequeño «que nos tenía a todas encandiladas».
Así era Alejandro. «¿Cómo quieres que sea un niño de seis años?», grita una gitana mayor, con las canas recogidas en un moño que luce en torno a la nuca. «Era pre-cio-so. Pequeñito»... y se queda sin palabras. Nunca hay palabras para lo que mejor se expresa con silencios. Se recobra. «¿Has visto cómo es el Justo»? Se refiere al padre de la criatura, menudo, todo nervio, moreno. «Pues tal cual es el padre era el niño». Alejandro era como un bulanico». Y como un bulanico, Alejandro se fue en primavera.
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Like a Rolling Stone
Gijón. Verano de 1995
1 de febrero de 2011
Mírame. Mírame a los ojos. Así soy yo. Exactamente yo. Rodeado del mejor tipo del mundo. Junto a él. En la plenitud que no cesa. Al lugar al que he vuelto tras un viaje interior, completo, oscuro y mutante para recuperar lo mejor de mí. Con las ideas claras y el valor necesario. Solo hay futuro para un tipo hecho de tiempo, de sueños y de ganas por recorrer el camino y vivirlo con sus colegas, con sus amigos, con los suyos.
Gigón. Verano de 1995. Vodoo Lounge presume de ser la gran última gira de los Stones. Musicalmente arrolladores, logran colocar su cedé antes de los tiempos de los piratas en el top de todas las listas de éxitos.
Una versión de Like a Rolling Stone de Dylan protagonizada en un clip por la rubia de la cazadora de cuero rojo nos subió hasta los cielos.
Otra vez, era una canción con la que nos callábamos en los bares, tan solo para escucharla, tan solo por respeto, tan solo para soñar. Es esa sensación de que el tiempo está de tu lado. Y de que todo lo que está por venir va a ser bueno, tremendamente vibrante, con muchas erres, con muchas uves, con muchas emes, con muchas letras, notas, sonidos, mordiscos y suspiros. Con muchos muchos y muchos muchos pero que muchos muchos más.
Era exactamente ese fin de semana del verano de 1995 en Gijón lo que importaba. Enrique le daba duro al MIR y lo aprobó. No habrá otro médico nunca como él. No habrá otros médicos nunca como ellos. Yo seguí con lo mío y hoy he vuelto a Gijón. Del hotel al diario El Comercio solo me separaban treinta minutos de caminata. Fui por el Muro, que es como llaman aquí al Paseo Marítimo de la playa de San Lorenzo.
La escultura de Chillida, en el montículo verde sobre el mar, te hace sentir en tu casa-Cantábrico de olas y sal.
De pronto un rayo me paraliza y me quedo quieto. El sudor frío me permite hiperventilar. Estoy viendo, a mis 45 años, la foto que fue sacada hace ya tantos años, en ese mismo y exacto lugar.
Una sonrisa infinita se dibuja en mis labios. Me cierro con fuerza el puño y me golpeo el corazón y la mano sale rebotada con los dedos abiertos en forma de uve. Uve de victoria. Uve de vida.
¿A qué mola?
Soy un tipo afortunado.
La Letra de Like a Rolling Stone y algo de mítica; y más si le das al inglés.
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Ser periodista o del primer mandamiento:
‘Los colegas son los colegas’
22 de enero de 2011
(Blade Runner).
Comencé pronto. En Marianistas. Mi pasión me llevó a participar en ‘El Chivato’ en sexto curso de la entonces llamada EGB. Era un dazibao, un periódico mural en el aula con actualización mensual que dirigía nuestro tutor, ‘El Bombi’. De ahí recuerdo algún que otro artículo largo, como aquél mecanografiado en la Olivetti de mi padre sobre Wilfredo el Belloso. Manda güevos pero es cierto. Pronto me las arreglé para ser jefe de la sección de la parte de la derecha, la que estaba dedicada a historia, con más mando que sobre uno mismo, que ya es decir. Siempre he sido un triunfador. Juas!
En aquellos tiempos, Franco moriría precisamente aquel curso de sexto de EGB, todavía éramos un país pobre, honrado y lleno de emigrantes. Solo que esta vez eran los nuestros los que emigraban. ‘El Chivato’ estaba hecho con papel de embalar de aquel marrón que tenía estrías del mismo color y que servía para todo, para envolver regalos o para empaquetar. Estaban presentes en las esquinas de cualquier comercio en bobinas que medían más o menos lo que nosotros medíamos en aquel entonces, algo así como un metro y medio.
Luego, como era cole de curas y niños pijos, también teníamos la versión premium, el papel azul marino. Con estos dos tonos y un poco de papel de plata del chocolate de los zuecos, el Suchard (no existía el papel albal), ‘El Bombi’ se montó un diseño para el periódico que me río yo de la esenedé. Allí empezó uno a darse cuenta de que eso de escribir, publicar y que le leyeran molaba más que meter goles en el patio durante el recreo.

A partir de ahí arrasamos con todo lo que había que arrasar: Verne, Salgari, los Cinco, los Siete Secretos y de ahí a Los Tres Investigadores, todo bien mezclado con las suculentas dosis de comics que me proporcionaba mi dealer favorito: Luis Gasca.
Luego colaboré en Radio Aldapeta de los Deportes, un informativo deportivo que durante cinco minutos informaba de los resultados de las competiciones deportivas a partir de las nueve de la mañana cada viernes en todas las aulas del colegio Marianistas de San Sebastián. El director era el padre Pujana, aká ‘El Yeti’, un genio. Fueron pocas las colaboraciones, pero cada vez que podía entrar en aquel estudio de radio completamente dotado tecnológicamente, con un sistema de altavoces que incluía todas las aulas, despachos, comedores, frontones y patios, sentía el poder de comunicar, del Periodismo. Luego, aprendería la responsabilidad, la ética y todo lo que brilla por su ausencia, quizá más que desgraciadamente.
En octavo curso de EGB, gracias a la iniciativa de Javier Coca, hermano marianista, grabamos un programa de radio que recuerdo con especial entusiasmo. Con música de los Beatles, piezas grabadas, entrevistas y demás. Lo que daría por recuperarlo ahora y volver a escucharlo.
La cosa empezaba a estar realmente ardiendo cuando uno combinaba los partidos de la Real en Atocha con los programas de los viernes de La Clave, que dirigía José Luis Balbín.
Leía El Diario Vasco sin parar.
Terminé COU y pasaron dos años, de los 18 a los 20, en los que completé mi formación periodística. A ver qué tal me sale. Suspendí Selectividad creo que hasta tres veces y al final la aprobé gracias a recordar que la cantidad de movimiento se conserva. Suspendí el carné de conducir una docena de veces y al final lo aprobé. Ingresé en la Universidad de Navarra y logré catorce suspensos en dos convocatorias. La Facultad de Periodismo de la Universidad de Navarra es fuera de serie, pero ella y yo vivíamos en ese momento en países diferentes. Fui a Madrid en un viaje iniciático y acabé en Miguel Yuste conociendo la Redacción de El País. Era 1984. Conocí la ‘movida’ y el mundo se abría ante mis ojos. Me leí cualquier papel, legajo, fancine, libro o tomo que pasó por mis manos. Y me escuché todos los elepés que se editaron. Fui a todos los conciertos de Donosti y al Festival de Jazz. Escribí un diario en dos voluminosos cuadernos. Ahora que me doy cuenta, mi primer blog. También, me enamoré. Y también me rompieron el corazón.
En 1985 la fiesta había terminado para mí. Me enfrentaba a la primera de mis últimas oportunidades. De las 300.000 pesetas que costaba la matrícula en primero de Periodismo en la Universidad de Navarra pasé a las 32.000 que costó primer curso de Periodismo en la UPV, campus de Leioa. Era octubre y estaba nublado. Tremendamente nublado.
Bilbao era Matrix, Mad Max. Los destrozos de las inundaciones en el corazón de la ciudad, las revueltas obreras de los astilleros Euskalduna que paralizaban la urbe, la escisión del PNV y el nacimiento de EA, los duros ochenta de droga dura y ETA matando a troche y moche... y tú que llegas a Lejona por la tarde a matricularte en segunda instancia. Lo haces y buscas la cafetería para tomarte un café. Hay una fiesta y dos millares de tipos y tipas como tú -¿dónde os habiaís metido?- se emborrachan con tercios de birra mientras una canción atronaba en los bafles. La recuerdo, era de Bowie y se titula ‘Changes.’
Al día siguiente fui a las nueve de la mañana a mi primera clase. Fino estratega, me senté en la última fila, la profesora de lengua se desgañitaba enseñándonos gramática generativa-transformacional mientras la tipa junto a la que me había sentado se liaba con pasmosa elegancia una trompeta tras quemar el medio talego. Todo el mundo fumaba en el aula y todo el mundo estaba leyendo los periódicos, abiertos completamente sobre cada pupitre. Emilia Zorriqueta, la profesora, con un micro y un altavoz seguía dale que te pego. El aroma del hachís se mezclaba con la humedad de una mañana de octubre en el País Vasco. Me ofreció una calada y el costo me rascó bien rascados los pulmones y eso que por aquella época yo fumaba Habanos. Eran las nueve y cuarto de la mañana de mi primer día en Periodismo en la UPV/EHU y ya estaba ciego. No volí a ver a aquella chica y Lengua me quedó para septiembre. Yo estaba en mi sitio, en la mejor Facultad de Periodismo del mundo, la que me enseñó el oficio gracias a tipos como César Coca, Mingolarra o Ramón Zallo.
También quiero dedicarlo especialmente a Enrique Meneses, por lo que todos sabemos.
Una que me quiere me dijo: Hay dos tipos de periodistas. A vosotros es el Periodismo el que os elige.
La historia de Izaskun Pérez Luis
El link de Izas: ‘Elegí ser periodista’
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Morente, Maestro! Gracias!
13 de diciembre de 2010
Al Príncipe del Flamenco, al tipo que acaba de morir entre el respeto y admiración de todo el mundo, le van a llover las mismas lágrimas que adjetivos. Y serán justos.
Como tengo la suerte de vivir en el Realejo, tuve la suerte de conocer a la persona, al Enrique Morente rajao y coñero que se iba de cañas con Juanito Mesa y el Murciano y compañía. La persona elegante y bien pertrechada del frío de Sierra Nevada con su traque de chaqueta como de pana y como negro oscuro pero con el toque principesco del fular blanco.
Ahí, al fondo del mítico bar Candela del Realejo de Granada se tomaba sus cañicas o sus vinitos con su panda de gamberros, flamencos, payos, gitanos, granaínos mala follás que sabían que el mayor tesoro de Enrique Morente, por encima incluso de su voz, era su amistad.
Yo, qué joven era, sabía de él por quizá la mejor entrevista que le haya visto firmar a Carlos Morán, la primera, de las tres extensas entrevistas que le ha hecho; la que le hizo en Madrid cuando el hueco dejado por el Camarón era tan inabarcable.
Luego llegó Omega, que llegó tan pronto que fue demasiado pronto, como explica Juanpi cuando habla de a batalla de Gaugamela, y hoy es un clásico y un caudal de músicas.
Ahí en el fondo del Candela me quise acercar, quería saludar a un Maestro y me acerqué al Murciano y al Juanito Mesa como para pedir permiso. No problem. Me acerqué y le dije: "Maestro, que quería saludarlo". Me miró despacio, me escrutó, y le nació una sonrisa de esas de cuerpo entero, me alargó la mano, me la estrechó y me puso la otra encima, como atrapándola para decirme: "Gracias".
Así era Enrique Morente.
Así, y todo lo demás.
No quiero ni pensar lo que están llorando ahora los Lagartija, Morán, Juanito Mesa, el Murciano y compañía.
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Historias de periodistas
10 de noviembre de 2010
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Night Time Is The Right Time
6 de noviembre de 2010
Mediaba la década de los ochenta y los viernes suponían el comienzo de la fiesta. Éramos muy buenos estudiantes. De lunes a viernes no faltábamos a clase, por las tardes pasábamos los apuntes, leíamos la bibliografía y hacíamos los trabajos. En junio, sacábamos unas notas de la hostia y los veranos eran un paraíso. Los fines de semana, también.
Durante los primeros cursos de la Universidad el plan era prácticamente el mismo, con sus variantes internas.
Pillábamos en el Campus de Lejona, ahora Leioa, el bus a Donosti sobre las dos o tres de la tarde. Era un puntazo. Yo salía corriendo de Periodismo. Mi hermano Kike, desde su paso por Leioa, Kiko, de Medicina, y frente a Biología esperábamos que los abonados subieran al bus y rezábamos para que quedaran un par de plazas libres.
Si no, teníamos que hacer dedo hasta Bilbao y pillar un Pesa. La estación estaba cruzando lo que quedaba de la ría Nervión a la altura del Mercado de la Ribera (precioso, ahora en feliz proceso de restauración) y desde la estación de buses nacía La Palanca, también llamada calle de las Cortes, de un barrio muy guay y silente que es Bilbao La Vieja. Muy recomendable y diferente.
José (Warrior, le decía mi brother) solía apuntarse y venía con nosotros.
Nada más llegar a Donosti nos bajábamos en Sancho el Sabio y nos íbamos directos a Goenaga, una panadería ya desaparecida, donde pillábamos una tableta de chocolate Milka. Más adelante, había un video club y pillábamos una peli de tiros. La que fuera.
Subíamos a casa, que estaba a la vuelta, junto al Urumea, el río de Donosti, y arrasábamos con el frigo. Los Santos, buenos amigos que vivían en Las Arenas acuñaron por aquél entonces la mítica frase que nos acompañaría durante todos los años de la UPV (la Universidad del País Vasco): "A los Barrera se les recibe con los brazos abiertos y el frigorífico cerrado".
Besos al Aita y a la Ama (golpes de voz en la segunda sílaba, que somos de Gipuzkoa), luego aparecería nuestra hermana, y tras zamparnos el frigo con viandas como merluza rebozada, jamón serrano, queso de Idiazabal, empanadas gallegas de bonito o carne, chorizo de Pamplona, galletas Príncipe, plátanos y yogures, nos apalancábamos en el sofá con la tableta de Milka y poníamos la peli de tiros en el vídeo. Nos quedábamos sobaos. Luego nos despertaríamos, averiguábamos cuando se había quedado sopa cada uno, rebobinábamos y acabábamos de verla.
Duchita, a ponerse guapo y a Loviejo a tomar potes con los colegas. Había tres variantes. Si venía Jose quedábamos con los Aldasoro, Antxon y compañía, los compañeros de clase de Periodismo en la UPV. Si no, Kike se iba con su cuadrilla por su cuenta y la nuestra quedaba siempre a partir de las ocho de la tarde en Blis Bloch, la tienda de Víctor donde curraba Herminio de la que algún día hablaré. Estaba en la calle Pescadería.
Nos íbamos de potes con calma, hasta la una de la mañana o así. Siempre te podías liar, sobre todo si había chicas de por medio, que era nuestra afición favorita, lógicamente. Había dos razones para recogerse más o menos pronto. El día para trasnochar y hacer gaupasa era el sábado, porque el domingo, hasta las cinco, no había nada que hacer. A las cinco nos íbamos todos a Atocha a ver a la Real.
Las dos razones para volver relativamente temprano el viernes a casa eran el partido de fútbol que jugábamos el sábado por la mañana en los patios de Marianistas, nuestro colegio, y Bill Cosby.
El show de Bill Cosby era un fijo que ponian los viernes a las ocho y media de la tarde. Como a esa hora andábamos de potes por Loviejo, el Aita lo grababa en el vídeo Sony Beta (Juas. Qué tiempos!) y cuando llegábamos el viernes sobre la medianoche, lo poníamos y lo veíamos los tres juntos con el resopón.
Eran tiempos de lo que llamabamos descojonaos de la vida Las Siete Comidas Reglamentarias (Desayuno, amaiketako o almuerzo, aperitivo, comida, merienda, cena y resopón). El resopón es lo que picas cuando vuelves de potes o de copas antes de sobar.
Decía que era entonces cuando el Aita, Kike y yo nos juntábamos y veíamos el capítulo de Bill Cosby.
Eran tiempos realmente felices. Sencillos y felices. Llenos de ilusiones y felices. Rodeado por la gente que te quiere y felices. Una buena lección que debo recuperar y que así me lo he propuesto, que el joven Javi enseñe al maduro Javi.
La otra noche veíamos la peli sobre Ray Charles en casa y, de repente, pegué un respingo. 25 años después, volví a escuchar esa canción que miles de veces bailamos en casa el Aita, Kike y yo.
Hoy, la he encontrado tal y como la conocí.
Y me he sentido muy bien.
Me he sentido de puta madre.
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La MacQuina de Escribir: De la Olivetti al Mac
Un minivideorelato con Hasier Etxeberria
Y una cita a Enrique Meneses
29 de junio de 2010
Me apetece contaros una de máquinas de escribir, de Remingtons, Underwoods y Olivettis. Este post sale lisérgico, pero tiene la gran virtud de que hablaré de dos tipos grandes, a los que pienso reunir para que se conozcan y hablen largo y tendido.
Empiezo con Enrique Meneses, mi amigo y mi debilidad, mi maestro de espíritu y cañas. En sus memorias, ‘Hasta aquí hemos llegado’, explica por qué bautizó a sus máquinas de escribir, las que le acompañaron por sus periplos por todo el mundo, ‘Adelita I’ y ‘Adelita II’.
Página 89: "A Salamanca acudíamos un mes antes de los exámenes (...) Nos alojábamos en una pensión que era lo más cutre que había en la ciudad (...) Yo me metí en la tuna de Derecho durante una temporada. Hay que reconocer que no se me daba mal el cantar aunque no tocase ningún instrumento. Fue por aquel entonces cuando me enamoré de una puta llamada Adela. Era muy guapa, de ojos claros, y alta. Creo que era leonesa. Hasta que la vi un día paseando por la Plaza Mayor con un concejal del Ayuntamiento, no me enteré de que la estaba compartiendo (...) Dos de mis máquinas portátiles de escribir, antes de pasarme al procesador de textos se han llamado ‘Adelita I’ y ‘Adelita II’. Una Remington y una Hispano Olivetti, Pluma 22. Todavía guardo la segunda en el museo de mi vida".
El segundo tipo que viene a estas líneas es Hasier Etxeberria, a quien conozco gracias a Izaskun. Hasier, es escritor, es periodista, ‘sortzaile’ (creador/fundador) de ZuZeu. Es o ha sido Glotonio y para que nos vayamos centrando, habla más que yo y pide también más que yo.
Más cosas, que este tipo tampoco para. Aunque me vaya a reñir por ello. Juas! Tenía un blog: Alua mundua! (Significado de Alua), que dejó por Zuzeu.com. Presenta el programa literario Sautrela en ETB1. Entre otros, también ha hecho esto.
De momento, tengo dos encargos. El primero pagado y el segundo sin pagar. El primero complicado y el segundo cuasi-imposible. ¿O era al revés? Veremos.
De Hasier puedo contar mil cosas tras la mano de chuletillas de cordero al sarmiento, vino del bueno y verano a raudales que nos metimos entre pecho y espalda un viernes donostiarra. De momento, me quedan las siguientes sensaciones: Haré todo lo que me pida este tipo, ha renovado el discurso existente sobre el euskera y ha dejado en la cuneta los lamentos de toda una generación -yo le llamo el discurso de la imposición del euskera tras la Transición- para abrir una puerta al compromiso.
Claro, el euskera es cultura, y es una lengua viva y muy viva. Adoro escuchar hablar de su lengua a un tipo grande como Hasier, como si estuviera enamorado que lo está. Un tipo romántico que seguro que lo ha perdido todo varias veces, pero que se ha vuelto a reinventar (esto es suposición) pero que permanece con sus raíces frescas y fuertes.
Te cuenta cosas como que si no vas a vivir en Euskal Herria tampoco te tienes que molestar demasiado en aprender euskera, pero que si quieres vivir aquí llegará el momento en que tendrás que aprender el código, porque caso contrario, nunca llegarás a conectar con un tipo como él, cosa que comprendo y hasta comparto.
Me explicó la Ley del 15 + 1, la del número de personas mínimo que hace al número de personas máximo dejar de hablar en euskera para parlar en castellano: 16. Con que uno no hable euskera, todos le pegan al español.
Mil cosas más. Todas bonitas y sin imposiciones. Más bien compromisos. Miro por ejemplo, dentro de mi propia familia donostiarra, y veo que mis dos hermanos son euskaldunberris, mi hermana, como filóloga, es incluso profesora de euskera. Y mi hermano, médico, aprobó el jueves el mítico ‘perfil bigarrena’, que le abre las puertas de la Administración vasca.
Entre Hasier y mis hermanos, veo que hay un camino de compromiso que todos deberíamos recorrer juntos.
Otro día os hablaré del proyecto periodístico de Hasier, pero me hizo prometer no decir ni pío.
¿Qué tiene que ver todo esto del euskera con las máquinas de escribir? Pues que cuando un tipo como Hasier, horma de mi zapato, talón de Aquiles y alma gemela de otro tipo como yo se conocen, nos da por hacer un microvideorelato como el que os pongo a continuación. Y de él, ha salido todo lo demás.
Espero que os guste.
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