Un menú completo en Mugaritz, junto a San Sebastián, el cuarto mejor restaurante del mundo
Sale uno de San Sebastián satisfecho antes siquiera de comenzar el almuerzo.
El mero hecho de saber que te vas a sentar a comer en uno de los cinco mejores restaurantes del mundo me convierte en un ser especial.
En un ser dichoso, en un ser feliz.
No solo porque amo la gastronomía, sino porque mucha gente que sabe mucho más que yo me ha advertido que comer en Mugaritz es toda una experiencia personal. Más allá de los productos, de la cocina, del servicio, del lugar donde se ubica, es lo que se ha venido a llamar "la experiencia" de saberse en un edén gastronómico.
Un edén, un paraíso en Rentería, a un cuarto de hora de San Sebastián, donde la creatividad, el talento, la pericia de Andoni Luis Aduriz le ha llevado a escalar en el estrellato para afincarse en el cuarto puesto. ¡Ajá! El Restaurante Mugaritz es el cuarto mejor del mundo.
Un placer.
El mero hecho de saber que te vas a sentar a comer en uno de los cinco mejores restaurantes del mundo me convierte en un ser especial.
En un ser dichoso, en un ser feliz.
No solo porque amo la gastronomía, sino porque mucha gente que sabe mucho más que yo me ha advertido que comer en Mugaritz es toda una experiencia personal. Más allá de los productos, de la cocina, del servicio, del lugar donde se ubica, es lo que se ha venido a llamar "la experiencia" de saberse en un edén gastronómico.
Un edén, un paraíso en Rentería, a un cuarto de hora de San Sebastián, donde la creatividad, el talento, la pericia de Andoni Luis Aduriz le ha llevado a escalar en el estrellato para afincarse en el cuarto puesto. ¡Ajá! El Restaurante Mugaritz es el cuarto mejor del mundo.
Un placer.
Pero... ¿qué se come en uno de los mejores restaurantes del mundo?
Veamos.
Te reciben con un cóctel de frutos rojos. Muy fresquito. El colorido contrasta con el profundo verde en el que se encuentra inmenso el caserío que contiene al restaurante.
Un valor añadido del lugar es que en pleno agosto el calor no es un condicionante. A plena luz del sol sí hace calor, pero dentro del comedor la temperatura ambiente es de lo más agradable para concentrarse en el objetivo.
Los entrantes. Prepárense
La condición es que hay que probarlos todos. En caso contrario, se pierde la gracia.
Hay croquetas de bacalao y croquetas de jamón.
Hay brocheta de bonito con patata y tomate cherry. Son de bocado, te las hacen en, digamos, directo, y las sirven en una bandeja extremadamente rectangular con un fondo de pan rallado y perejil, mucho mucho, rallado. Es ahí donde volteas tu brochetica, para darle el punto al gusto.
Hay sushi. Lo recuerdo con hasta tres pescados diferentes, su arroz y su alga. La variante, al no ser yo demasiado conocedor de este tipo de cocina, aunque sí amante, es que en vez de con la mítica wasabi -la salsa de rábano extra picante-, se presentaba bien con una especie de mermelada muy dulzona y exquisita bien con un queso rallado prácticamente evanescente. Un lujo de bocado.
Hay también una crema fría de tomate, un gazpacho par los que venimos del Sur. Hay láminas de berengena con queso mascarpone. Un plato finííííísimo. Conservas instantáneas, con salmón, pipirana y mejillones que quita el hipo por su melosidad y sabor a mar.
Para los peques tenemos cucuruchos de fritos, como los de Cádiz, con diversos inventos inexplicables hasta que uno se descompone al observar, entre tanta creación, una simple -y muy bienvenida-, palomita de maíz. Los niños, claro, acaban adorando este restaurante que sí piensa de verdad en ellos más allá, por enésima vez, del huevo frito con patatas y el helado de chocolate.
Van saliendo más sorpresas, cada una con su extraño por peculiar punto gastronómico. Son las frituras de gambas en kataifi crujiente, donde al final de una tostada flauta aparece una gamba cocida en su punto térmico exacto.
El carrusel de placer, el kamasutra de gustos termina con Grifines de especias, Pan hueco con tocino y pimientos de Padrón y guindillas en tempura. Estas últimas, ma-gis-tra-les-
Tras este aperitivo, potente pero reparador, se pasa al menú, propiamente dicho.
El comedor. Comfortable, sin lujos, cómodo.
El continente o el contenido, ambos aspectos se cuidan en Mugaritz. Sino ya me explican cómo se llega tan arriba.
Lo mejor, que es de madera, es decir, confortable. Y lo remejor, que el paisaje es el mejor decorado. El comedor entero está recorrido por un ventanal a través del cual se aprecia el jardín con sus flores y el bosque con su arbolado. El verde de Euskadi como metáfora gastronómica de diseño. Una gran idea.
Como el que avisa no es traidor, esto es lo que encontramos nada más sentarnos a la mesa:
.- Pequeño bollo de pan artesano elaborado con harina de trigo y horneado en casa.
.- Terrina de foie gras de pato servida con una crema untuosa de trufa, crujiente de pimienta y aliño de mosto y mostaza con aromáticos.
.- Ensalada de langostinos aliñados sobre verduras cremosas, variedades de lechugas aliñadas con velo de tocino ibérico y aliño de langostinos de Ibarra.
.- Lomo de merluza asado al horno con refrito de cítricos, patatas asadas con tomillo y verduras crujientes.
.- Entrecote asado a la parrilla con terrina de queso de Idiazabal, patata y beicon semicurado, y su jugo reducido con romero.
.- Postre de naranja biológica y perfume de su piel dentro de un agalleta blanca de menta y pistacho, helado de yogur batido.
Para terminar, un Calvados y un 10 para Mugaritz entero.
1 comentarios:
Eso no se hace con los amigos a la hora de comer.
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