Hemos publicado en 1001 Medios la reseña que @MariquillaS, alias de Cristina Vera Peinado, ha escrito en su blog, Historias Destiladas, sobre la novela Los Imperfeccionistas, donde se narra la descomposición de un diario en la era de Internet. El post se titula ‘Lo que el viento se llevó’.
Yo también me lo he leído, y sin querer desvelar la trama, os resumo en una docena de píldoras lo que más me ha gustado.
1.-Sobre la ética
Lloyd Burko, 70 años y corresponsal en París, acumula más ética cuando se ve obligado a inventarse por primera vez en su vida una noticia que muchos de los responsables de las piezas que vemos a menudo en muchos medios escritos, radiados, televisados y digitalizados. Este primer punto, cañero, debe entenderse en un contexto de autocrítica y tremendo respeto por el oficio y sus personas. No por sus personajes.
2.-Sobre la funcionarización
Lo mejor que tiene esta novela, si eres del gremio, es que en cada personaje que dibuja Tom Rachman puedes poner el de alguno de los compañeros que ha trabajado contigo a lo largo de tu vida profesional. Y, par el caso de Arthur Gopal (primera etapa profesional) habría especiales tortas por otorgar el primer premio. Siempre recuerdo a un jefazo de los de verdad lamentándose con la siguiente frase: "Pero si tan poco les gusta, por qué no nos dejan y se van a cualquier gabinete de prensa...".
3.-El Santuario (Antes llamada Redacción)
El armario de los bolis (o de las libretas de El País, como me enseñó mi amigo Chiqui, justo en la entrada a la Redacción de El País) o el dispensador de agua están cerca o están lejos según seas buen o mal periodista. Igual que el perchero donde muchos colgamos en invierno los abrigos y algunos colgaron tantas veces su gloria que al final la ahorcaron, la pobrecita. Igual que la puerta, que para algunos es de entrada y para otros es de salida. Y para nosotros, simplemente, ya no hay puertas. O hay tantas, tan nuevas, tan veloces, tan virales, tan tecnológicas, que todo entra y sale pero, quizá, y solo quizá, no precisamente por la Redacción. O al menos ya no cómo antes.
4.-No era un Santuario, era un Bar
Cyrus Ott había limpiado el lugar del polvoriento mobiliario anterior y había hecho derrumbar todas las paredes interiores para crear una amplia sala de redacción, bordeada de despachos ordenadamente dispuestos que miraban al interior, como palcos sobre un escenario. Compró sillas giratorias de madera, mesas de escritorio barnizadas, lámparas de latón como las de los bancos, una mesa en forma de herradura hecha a medida para los correctores, teléfonos negros resplandecientes para los redactores, treinta y ocho máquinas de escribir Underwood importadas de Nueva York, gruesos ceniceros de vidrio y moqueta bñanca también gruesa, con una discreta barra de bar en la pared del lado este".
Solo puedo decir que he tenido la suerte y el privilegio de vivir redacciones parecidas, donde se bebía por las noches y se comían bocatas y se fumaba de tal forma que (alguna vez lo he escrito antes) parecía que si no habías encendido tres mil pitillos en una jornada el diario no saldría.
Bien, las redacciones, hoy, tienden a ser lugares un tanto aburridos. Por no decir inhóspitos.
5.-Los jóvenes no leen periódicos
Rory le pregunta por su trabajo.
-Odio tener que admitirlo -observa él- pero apenas si he leído un periódico en mi vida. Es pequeñísima ¿No?
-¿Pequeñísima?
-La letra. Deberíais hacer la letra más grande.
6.-De la gerencia de un periódico: Los sacrificios humanos
-Y me están bombardeando con correos electrónicos de Contabilidad -dice ella, refiriéndose a la directora financiera Abbey Pinnola-. Se supone que tengo que ofrecerle sacrificios humanos.
-¿Ahora quiere despidos?
-Eso parece. No tengo claro cuántos.
7.-Del pro-ble-ma
La gente nos lee de momento. Escribimos las historias que creemos que debemos escribir, pero no las que en realidad quiere leer la gente-
-Oye -objetó un jefe de sección- sabemos lo que quieren leer nuestros lectores.
8.-Periodista. Una definición
Los periodistas son tan susceptibles como las artistas de cabaret. Y tan tozudos como los maquinistas de una fábrica".
9.-Truco para que un diario sobreviva
El truco estaba en contratar a gente buena: reporteros hambrientos como Lloyd Burko, en París; quisquillosos artesanos de la palabra, como Herman Cohen.
10.-Y por supuesto, sexo
-Tuvimos una historia de amor apasionada. Ahora sospecho que él lo único que buscaba era mejorar su inglés.
11.-A modo de conclusión
La tecnología no sólo robaba lectores, sino que los estaba transformando
12.-La moraleja
La mayoría de los empleados del periódico hace años que trabajaban allí. Se han casado contando con los ingresos que éste les proporciona, han tomado hipotecas gracias a este lugar, han creado familias sabiendo que el diario financiaría la vida de sus hijos. Si este lugar se hunde, están arruinados. Durante todos estos años han vilipendiado al diario, pero ahora que amenaza con despedirlos, vuelven a estar perdidamente enamorados de él.