Antonio Fernández Barrera, nuestro padre, nuestro querido aita

3 de marzo de 2015

Mi dolor (A mi aitá)

El dolor es acerado/Frío/Helado/Es hueco/Vacío como un verse sin sentido/como una rosa sin su color/Llega hasta dentro como el pensamiento/Une y separa, es el mar de mi soledad/El Norte encontrado para toda una vida/que se ha ido/y siempre/nunca se acaba de ir/Un dolor que moja mis lágrimas podridas/de incomprensión/de dudas, preguntas sin respuesta/desvelos/nervios/angustias/suspiros/miradas y llamadas/El viento es gélido, la llama débil/El techo de la casa del padre cede/y desaparece como el humo del último cigarro. 
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Este poemilla lo escribí sangrando el siglo pasado, echando de menos a mi padre.  Hoy, 3 de marzo de 2015, hubiera cumplido 89 años. 

Un tipo irrepetible que nos lo enseñó todo desde su ejemplo. Seco, sin palabras, espartano, sufrido, decía que la vida era una mierda por todo lo que le tocó sufrir, pero luego se descubría con una sonrisa al vernos, a su familia. 

Me enseñó, de entre todas las cosas que me enseñó, las dos más importantes que un padre puede legar a su hijo. Me enseñó a leer y me enseñó la libertad.  

Hoy, ya no le lloramos sino que le rendimos sus hijos el homenaje de nuestro recuerdo y nuestro amor.

CRÉDITOS
La fotografia es mi padre con el que esto escribe en brazos, allá por 1965, en Etxalar (Navarra), en el caserío de los Santaolalla.


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