Cuando el Periodismo llama a la vida

5 de marzo de 2012

Se 'escapa' del hospital a ver a El Barrio 


Cuando el Periodismo se pega a la vida como la esperanza al corazón de un niño. Cuando una periodista como Ángeles Peñalver encuentra la historia y la cuenta con la piel. Cuando no sobra un adjetivo. 


Cuando un fotógrafo como Alfredo Aguilar dispara su cámara y capta un momento único. Cuando el vídeo recoge las fotos pegadas al techo y solo al descender el plano uno sabe por qué. 


Cuando Manuel Fernández Cruz sonríe y en ese instante, todos lloramos, emocionados. 


No seas cobarde, échale un par, léete el texto y mírate el vídeo. Cuando te broten las lágrimas, sonríe. Sigues siendo una persona. 


Estamos ante esa clase de Periodismo que llama a la vida. Estamos de enhorabuena.


Se 'escapa' del hospital a ver a El Barrio

15 años en el hospital y se 'escapa' al Barrio

-Manuel Fernández, con distrofia muscular, consiguió ayer salir del sanatorio para ir a un concierto.

-Personal voluntario de San Rafael hizo posible la hazaña, con el arriesgado permiso de los médicos del centro granadino.

Granada, 18 feb. (COLPISA, Ángeles Peñalver)

Manuel Fernández Cruz -de 30 años- padece distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad que le obliga a vivir en el hospital de San Rafael de Granada desde hace 15 años. La evolución de su patología le fue arrebatando su capacidad de mantener el tronco erguido en la silla de ruedas que usó de pequeño. Hace ya mucho tiempo que está postrado en una cama y depende absolutamente de los demás para realizar las actividades de la vida diaria, además permanece perennemente conectado a un ventilador mecánico.

Tanto este joven de etnia gitana -que duerme con un póster de Camarón en el techo de la habitación del sanatorio- como el personal que lo cuida están encantados con su existencia y se alegran y animan mutuamente.

Él es «feliz» y anda a punto de sacar a la calle su segundo libro de poesía.

Pero anoche, el revuelo que se armó en su minúscula habitación, en la tercera planta de la clínica, poco tenía que ver con una situación antes vista en ese complejo sanitario dependiente de la Orden San Juan de Dios, ni en otros lugares del mundo.

Día a día, durante varias semanas de permisos y burocracia, auxiliares como Encarni y Esperanza, enfermeras como Yolanda, a las que se sumaba el apoyo de médicos y de religiosos, han hecho posible que uno de los sueños de Manuel se cumpla: asistir a un concierto de El Barrio. El artista gaditano ofrecía anoche un espectáculo en el Palacio de Deportes, dentro de su tour 'Espejos'. Y hasta allí se plantó un heroico joven apellidado Fernández-Cruz, cuya vitalidad ha conseguido que los doctores se responsabilizaran de cualquier cosa que ocurriera, rompiendo protocolos y las férreas normas del sistema sanitario. Un listín con los números móviles personales de todos los responsables de la UCI permanecía perfectamente doblado en el bolsillo de la enfermera que acompañó al 'escapado' en todo momento.

Antes de salir del hospital que jamás había abandonado en tanto tiempo -bien es cierto que lo bajan en Semana Santa a la puerta principal para ver algunas procesiones-, él se mostraba muy contento. Pero quienes más le notaban la satisfacción eran Encarni, Esperanza y Yolanda, que lo miman a diario. Tanto es así que ayer hicieron esta obra de manera voluntaria y altruista, fuera de su horario de trabajo, doblando jornada, con unas tremendas sonrisas en el rostro y unas irrefrenables ganas de proporcionarle a Manuel un momento indeleble en su peculiar existencia.

Estaban nerviosos y emocionados los presentes y ausentes, por el riesgo del traslado en la ambulancia -también cedida gratuitamente- y por la certeza de que estaban haciendo algo excepcional. Hasta las cocineras le prepararon especialmente una cena, que incluía dos bocadillos de chorizo.

Porque el 'encamado' devora y deglute lento, pero copiosamente. «Las niñas me hacen de todo, hasta me afeitan esta perilla», comentaba el enfermo aún en su dormitorio, lleno de medicamentos y de papeles colgados en la pared, como un autógrafo de El Barrio y varias fotos de Camarón de la Isla.

Llegó la hora

Cuando llegó la hora de partir, a eso de las ocho de la tarde, un conductor de ambulancia y las tres «niñas», más la indispensable máquina para respirar, se metieron con un exquisito cuidado en el vehículo sanitario rumbo al concierto. En él, y accediendo por una zona especial, Manuel compartió con miles de personas la experiencia de la música en vivo.

No había más que verle la cara.

Unos tres cuartos de hora antes de que comenzara la actuación se llevó otra sorpresa que, afortunadamente, no desestabilizó en absoluto su frágil salud, sino que contribuyó a agrandar su ánimo. De camino al lugar vallado que le habilitaron especialmente en la zona de discapacitados, donde forzaron que llegara una toma de electricidad para poder mantenerlo conectado a su máquina, apareció José Luis Figuereo, El Barrio. Atónito, el cantante se acercó a saludarlo en persona, ya que le habían alertado de que el mayor de sus 'fans' estaba dentro del recinto.

El requisito sine qua non que puso la estrella es que no hubiera imagen alguna del encuentro en los medios de comunicación. «Él hace esto por pura voluntad, no para figurar en ningún sitio», cortó tajante el manager del vocalista, que además le regaló un sombrero y una camiseta al, sin duda, protagonista de la noche.

«Jamás en toda mi carrera he visto algo parecido, una cama de hospital y una persona tan especial en un concierto», comentaba uno de los responsables de Gegsa, la empresa pública municipal encargada de organizar todos los eventos en el Palacio de Deportes.

A las doce de la noche volvieron a rugir los móviles entre el personal médico del Hospital de San Rafael; esta vez para respirar aún más tranquilos, para congratularse de que Manuel ya descansaba de nuevo en su cama, pero con la inmensa satisfacción de haber sido uno más entre los miles de asistentes de un concierto.

Su barrio cotidiano solo tiene cuatro paredes, pero por un día, gracias a El Barrio y a la voluntad del personal sanitario, el ejemplar paciente Fernández Cruz rompió cualquier barrera física y mental y atisbó, aunque fuera por unos instantes, el cielo raso y el universo que se intuye detrás de él.

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