Hace casi dos décadas, un 4 de diciembre de 1997, Ana Orantes fue asesinada por su marido. Ella relató su testimonio en canal Sur y su marido la asesinó días después. Todo el mundo está de acuerdo en que su muerte cambió la percepción social sobre la violencia de género y que los medios de comunicación empezaron a informar sobre la cuestión en profundidad.
Esta mañana me han invitado en Santa Fe a ofrecer una charla a profesionales sobre Violencia de Género y voy a compartir con los asistentes una reflexión sobre el cambio, la evolución sufrida desde 1991 -año en el que fui contratado como periodista por primera vez tras unos cinco de prácticas y deambular variado por redacciones maravillosas-, hasta hoy.
La irrupción de Internet, las Redes Sociales, el compromiso de los profesionales de la información, las campañas en Twitter o los vídeos virales acompañan al esfuerzo institucional público y privado, en Andalucía, en España y Europa, así como en América, por denunciar la existencia de la Violencia de Género por doquier.
Por supuesto, destacaré la labor periodística de personas y medios de comunicación y terminaré con unas reflexiones sobre los códigos y una conclusión a partir de la cual escucharé a los asitentes para terminar de redactarlas e incluirlas en esta entrada.
Agradezco la amable invitación del Ayuntamiento de Santa Fe a este curso y a mi director, Eduardo Peralta, por animarme a participar. También recordaré la noche de autos, el temblor de la Redacción ante la noticia. Peralta que fue en aquella fecha aciaga de diciembre de 1987, protagonista principal de una portada histórica para el Periodismo. Aquella en la que a cinco columnas el diario IDEAL titulaba:
"Un vecino de Cúllar Vega quema viva a
su ex mujer por denunciar malos tratos"
Este artículo y mi modesta ponencia está dedicada con respeto, admiración y profundo cariño a Ana Orantes.
Recupero el texto ‘Ana somos todas’, fundamental, publicado 15 años después de Ana Orantes:
Ana Orantes se casó con 19 años, soportó 40 de tortura y murió con 60 quemada viva en el patio de su casa en Cúllar Vega, Granada, en diciembre de 1997. Su exmarido la roció con gasolina a los 13 días de aparecer en un programa de televisión en Canal Sur en el que denunciaba los malos tratos que él le había infligido. No fue una muerta más. Su asesinato conmocionó a la opinión pública y provocó una revolución legislativa que comenzó con la reforma del Código Penal y culminó con la aprobación por unanimidad, en 2004, de la Ley Integral contra la Violencia de Género. Poco después se puso en marcha 016, un servicio de información telefónica dirigido a las víctimas de violencia de género, los familiares, las amistades y la población en general, que funciona las 24 horas los 365 días del año desde cualquier lugar de España y que no deja huella en la factura.
A solo 300 metros de distancia del lugar donde fue asesinada Ana Orantes, y siete años después, Encarnación Rubio fue atropellada en varias ocasiones por su marido. Ella era la primera mujer asesinada después de que un juez le amparara con una orden de protección.
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