La frase la escupe Fede, El Mejor Camarero del Universo Mondo, “Ja, Ja, Ja. Bien dicho. Bueno, ¿querés otra o seguís dando la vuelta al día en 80 mundos?”. Le habla a Cols, de tremenda resaca en esta nueva entrega, la tercera, titulada ‘Sunday Morning’, tras la gamberrada número uno, ‘Los visones molones’; y la segunda entrega, ‘Una noche en el infierno’.
Si el capítulo 1 de Cols nos presenta a un power girl trío y sus andanzas por los Madriles, en el segundo se adentra al modo del Ulises de James Joyce o de la Divina Comedia de Dante en la psicodelia del cerebro humeante durante una noche de fiesta. Las conversaciones se combinan sin darse paso una a otra, tal cual en el pub de Dublin joyciano o en los círculos del infierno dantesco. Como la vida misma.
Es decir, dejan las cosas bastantes claras de lo que nos vamos a encontrar en estas viñetas. Tanto talento, el de Olivia y Clara Cábez, acabó coronado con el premio al mejor fanzine del 40 ComicBarcelona. Plas, plas, plas y Olé.
Lo que no sabíamos es el giro que iba a tomar en Cols3. Esta vez, como un buen Negroni, se basa en tres partes iguales donde el vermú, la ginebra y el campari se corresponden con Boris Vian, W. Somerset Maugham y F. Scott Fitzgerald. Cols se ha despertado mayor. Es decir, con resaca. Es quizá la clave que lo explica todo.
La tercera entrega empieza y termina hablando con sendas personas mayores, ambas mujeres. Es también un viaje a la ternura, la droga que envuelve la fría realidad que es siempre, desde el primer capítulo, la pauta que quiere seguir la serie. Al viejo modo del maestro Manuel Vázquez Montalbán en sus novelas del detective Carvalho, donde cada entrega era además de la trama un cumplido retrato de la sociedad española del momento, Cols no es solo bronca, farra, sexo, drogas y rock and roll. Ahora es presente, futuro. También pasado. Hay recuerdos porque se está haciendo mayor. La resaca one more time. Eso que decían que pasaba y que de repente, un Sunday Morning cualquiera, le pasa.
Pero hay mucho más. Hay presente incierto en unos trabajos de mierda, que comparte con sus amigas, que tienen otros curros quizá peores Y un futuro negro en el que entran de nuevo las cuestiones que preocupan a los mayores. ¿Podemos decir adultos? Piensa en el sueldo, la vivienda, el Madrid que desaparece delante de sus propios ojos y, sobre todo, más allá de vivir al día, piensa en esa vuelta al día en 80 mundos.
Boris Vian, volvemos a los autores citados, cuenta en ‘La espuma de los días’ cómo una pandilla de amigos felices tienen que escapar como pueden de su buhardilla porque ella sola va empequeñeciendo. Dentro de ella la juventud vibra al igual que la ensoñación, pero irremediablemente, mengua la estancia y solo queda al final un pequeño agujerito por el que escapar. ¿Escapar a dónde? Al mundo real. Hacerse mayor. Madurar. Analizar el presente. Pensar en el futuro. Tener resaca. ‘Sunday Morning’.
W. Somerset Maugham, en ‘El filo de la navaja’, cuestiona el significado último de la frágil condición humana y embarcar a su personaje y a todo el coro que le acompaña en una obstinada y redentora odisea espiritual para encontrar la felicidad, que solo se resuelve en el último párrafo de la novela, como el final de un puzzle eterno al que le falta una pieza y en el que finalmente todo encaja. Habla de la muerte y de la renuncia para ser feliz. “El punk es de feas”, escucha Cols en la parte de abajo del bar, a media luz que es tinta roja oscura.
Queda F. Scott Fitzgerald y su ‘Suave es la noche’, en la que los protas, en una existencia aparentemente despreocupada, anclan caras oscuras y aristas afiladas, un buen tenebre, que irán llevando poco a poco a la desintegración de la pareja, así como al progresivo e inexorable deterioro de la autoestima. Es el final del fulgor. Ese momento intenso, único e irrepetible de la vida en el que luego recuerdas, como el rayo de sol o la luz de la luna, la juventud perdida. “¿Sabes cuál es mi truco para no tener resaca?”, vuelve a escuchar Cols.
Hay de todo esto una pizca, un pellizco y un requiebro en este Cosl3 crepuscular de señoras mayores, sopa boba y recuerdos de la infancia, robots articulados y mil guiños que necesitarían una guía hermenéutica y semántica. Está tambié la delicadeza de un abrazo, el poster de los Pelomono y una banda sonora que todo lo envuelve.
Cols3 hay que entenderlo como un interludio, un puente entre el fanzine gamberro y el comic social, con componente musical y lo que quieras, pero un retrato de la juventud que lucha como todas las generaciones del mundo por ser felices, tener un futuro. Todo con la dignidad heredada de la gran Literatura que busca respuestas desde el fulgor de la juventud y de sus 80 mundos en un día.
Veremos. Cols4 está en marcha. Pueden ser casi doscientas páginas. Repito, 200 páginas. Un salto en esta serie que va camino de clasiquearse y dar el salto. Eso prometen Olivia y Clara Cábez, aunque la última vez que las vi estaban en una boda con otros muchos invitados llevando a la novia en brazos porque acababa de saltar desde el escenario.