Reporterismo
Reportero
Reportaje
Cualquiera de las posibles combinaciones de esta palabra es mágica.
El reportaje tiene algo que engancha a los propios periodistas.
Ciertamente, cualquier pieza de cualquiera de los géneros periodísticos tiene su afán. Donde esté una buena noticia que se quite todo lo demás. O casi.
Luego está el reportaje y luego la crónica (ese fútbol bien contado sin ampulosidad como lo hacía el mejor Santiago Segurola, esos toros según Joaquín Vidal o la crónica de tribunales de Fernando Iturribarría desde París).
Queda la columna de opinión, que en manos de Manuel Alcántara se convierte en una joya. Y la entrevista, que a mí se me da realmente mal en comparación con periodistas como Ana o Carlos.
Estas reflexiones vienen al caso porque tengo en casa a una invitada, también periodista, y de las buenas, que acaba de volver de América y está buscando trabajo en la Península.
En la ronda de entrevistas que está manteniendo, me cuenta que le piden que envíe para su análisis una serie de reportajes. Exactamente, "los repotajes de los que estás orgullosa", me dice que le piden.
Y los ha buscado y se los ha enviado al tipo que igual le contrata. Durante estos días me ha explicado por qué se siente orgullosa, precisamente, de esas historias, y ha compartido conmigo su intrahistoria lo que, para un periodista, es casi tan interesante como el propio reportaje.
Y, entonces, resulta que me he picado. Y me he preguntado: ¿Qué historias, qué reportajes enviaría yo una vez llegado el caso? Y también, ¿qué intrahistorias atesoran?
Dicho y hecho, he rebuscado y me han salido unas cuantas de las que por una razón u otra estoy especialmente satisfecho.
Son las siguientes, con su pequeña intrahistoria. Espero que os gusten tanto como a mí haberlas escrito.
‘Sobre el cielo del Realejo’ es una historia que me permitió subir con el cámara Jose y el fotógrafo Alfredo hasta lo más alto de la cúpula de la iglesia de Santo Domingo, que al estar en proceso de restauración, estaba cubierta completamente por un intrincado andamiaje que la recubría cual segunda piel.
La vista conjunta de las colinas de Granada solapadas ofrecía unas vistas que fueron captadas maravillosamente por mis compañeros. Guardo para el recuerdo la entrevista que le hice al arquitecto desde el mismísimo cupulín y llevo conmigo el nervio que te nace cuando sabes que vas a a volver a la Redacción con una historia única.
El País Semanal publicó un excelente reportaje titulado ‘Los despachos del poder’. La entradilla rezaba: "Rescates bancarios, administración de justicia, Presupuestos del Estado, investigación científica y el día a día de la soberanía popular. Cada decisión tiene su escenario. Salas casi siempre imponentes donde se toman medidas que afectan a los españoles y donde la mayoría de ellos nunca ponen un pie. Aquí descubrimos algunos de sus secretos".
Un año y medio antes, un 19 de marzo de 2012, publicamos el mismo reportaje, exactamente igual, en el diario Ideal de Granada. Bueno, no tan calcado, ya que se circunscribió al ámbito granadino, mientras que el de El País recorre los santuarios nacionales del poder.
El reportaje se presentó a doble página en la edición impresa y abrió la home de Ideal.es. El título fue el mismo, ‘Los despachos del poder’ y en vez de la fotogalería optamos por publicar las fotos en la propia versión digital del reportaje.
Incluimos dos piezas más en la web. Por un lado, un post en mi blog en el que dejaba constancia de los ‘poderosos’ que habían rechazado abrir sus despachos. Curiosamente, el ahora tan polémico arzobispo de Granada se mostró encantado de participar, pero la gestión llegó tarde, cuando ya se había cerrado el trabajo del reportaje.
Por último realizamos un vídeo en el que tuve la oportunidad de sentarme en lugares tan insospechados para mí como el sillón del alcalde de Granada, José Torres Hurtado; o el del presidente del Granada Club de Fútbol, Quique Pina. Una experiencia completamente enriquecedora. A todos ellos les estoy completamente agradecido.
Uno, que siempre quiso trabajar en El País, diario que leo desde 1984, el año en que llegué a estudiar Periodismo en la Universidad, se considera absolutamente feliz de haber tenido la misma idea que El País, para mí, uno de los mejores periódicos que se editan.
Así que el domingo, cuando abrí El País Semanal, una sonrisa de campeonato se dibujó en mi cara. Y hasta me emocioné, como si una ínfima parte de mí estuviera rulando por esas páginas.
Esta historia dio la vuelta a España. Un enamorado escribió en el pavimento del portal de su enamorada Te Quiero en un centenar de idiomas.
La gran pintada llevaba meses ahí. Al menos, todo el verano. No fue hasta septiembre, cuando empzó de nuevo el curso escolar, cuando volví a cruzar estas callejuelas para llevar a mi hijo a clase, cuando lo vi.
Todavía recuerdo la sensación. Crucé en transversal y pasé de largo. Pero un relámpago me recorrió el espinazo y me paré en seco. Desandé los cuatro pasos y giré mi vista a la derrecha. Ahí estaba, sobre el enlosetado, la palabra Te Quiero escrita un centenar de veces.
En ese momento sabía que tenía la historia del día. Y Félx, mi subdirector la puso en portada.
Me encargaron la clásica historia de las cacas que dejan los perros. Seré rápido. Pocas cosas me hartan más que las cacas repartidas por toda la ciudad.
Quería contarlo todo y contarlo bien. Se me ocurrió este titular: ‘Una historia de mierda’ y, en la Redacción, lejos de hacerle asco les encantó.
Y ahí está, a cinco columnas.
Estoy orgulloso por ello y por el olfato periodístico de mis editores.
Esta historia se convirtió en un viral. El error de estos dos muchcachos se expandió por las Redes Sociales. Nosotros contamos la historia y, finalmente, encontramos a los protagonistas y nos contaron qué diablos había sucedido.
El resultado es espectacular. Fue Trending Topic en Twitter, portada en Meneame.net y, lo más divertido, es un contenido que creamos en la red y luego recuperamos para la edición impresa y lo devolvimos de nuevo a la web en un círculo muy interesante para el Periodismo.
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