Como todo buen periódico, las portadas de El Diario Montañés acompañan al periodista cuando entra en la Redacción. Una de ellas me ha llamado poderosamente la atención. Es de 1970. No conocía la existencia del Padre Larzabal pero sí sabía de la historia del secuestro del cónsul, muy comentada en la época. Aunque yo tenía cinco años, me llegó en su día y mantuvo en vilo a España entera y a San Sebastián en particular.
Larzabal es un topónimo al que encontramos en mi familia dos lugares en nuestra querida Gipuzkoa, uno de los meandros del Urumea cuando llega al término donostiarra, entre Egia y Loiola, donde está (o estaba, tendré que mirar) el campo de fútbol del mismo nombre.
El otro lugar es en la entrada a Oiartzun desde Errenteria.
Pero vamos, como diría Mikel, mi primo hermano, que los Larzabal lo llevamos dentro y punto.
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