Me encanta esta historia y la que surgió de ella. Iba paseando por Granada. Era el mes de noviembre. Las ciudades hay que vivirlas y pasearlas. Mirarlas. Iba en dirección a la Facultad de Derecho pero, en vez de tirar por el camino habitual, el que lleva desde la plaza de la Trinidad, me metí por la calle paralela. Una calle angosta, corta y oscura. Una calle fea. Está empanada entre las espaldas del Centro García Lorca (muy avanzado ya, en la plaza de La Romanilla) y la mencionada plaza de La Trinidad. Pero es una calle que como que no existe, sin nombre, sin transeúntes, vacía, olvidada y seca. Pero me metí.
Apenas tiene cien metros y no tiene comercios. Luego me enteraría por qué (durante décadas y décadas fue la calle de las pensiones y las prostitutas. Al menos, una de ellas). El caso es que me econtré con unas puertas de madera escritas con tiza, con caligrafía impecable que dejaban leer: "Vendo banco y herramientas de carpintero, algunas de chapista (como bigonias o colas de milano). Herrajes, baúles...". ¡Coño! Aquí me da a mí que hay una buena historia, pensé. Traspasé las puertas y entré en el territorio de Rafael.
Según iba escribiendo la historia, y también saqué las fotos, me di cuenta que estaba escribiendo sobre la futilidad de la vida. Sobre el pestañeo que suponen ochenta años, sobre la eternidad. Sobre una persona que desaparecerá ya pronto por ley de vida y que al haber tenido hijas y nietas no puede traspasaar la carpintería familiar, de tres generaciones, que desaparecerá con él.
Por eso dice que vende, pero en realidad no lo hace. Lo que quiere es que sus herramientas se vayan con otro, para que un pedacito de él, de su padre y de su abuelo sigan vivos para decir que también ellos vieron "cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser... todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. ¡Es tiempo de morir!
Espero que os guste alguna de estas dos historias.
Adoro mi trabajo.
Se vende un banco por 180 euros
de Granada y con la jubilación se desprende de todas sus herramientas
En Granada se vende un banco por 180 euros. Tiene más de un siglo de antigüedad y una buena cartera de clientes. Tiene también una buena localización en el centro de Granada y mucha, mucha, mucha experiencia. Rafael vende su banco de carpintero por 180 euros ahora que ya no lo necesita, aunque lo echará de menos. «Lo heredé de mi padre, que también era carpintero, y lo he restaurado varias veces... pero tendrá más de cien años fijo».
Rafael de la Higuera Pérez se ha pasado setenta años en su carpintería de la calle Lucena de Granada, donde comenzó con doce añitos. Es una calle angosta y tiene un punto lóbrego. Está encajonada entre las espaldas de La Romanilla y su Centro Lorca y la plaza de la Trinidad. Es como si esta calle quisiera esconderse de las miradas ajenas, aunque esa es otra historia, «que también habrá que contar en su día», masculla cual diablillo este octogenario que cumple años este mismo mes de noviembre.
Rafael se refiere a que esta pequeña y corta calle del centro de la ciudad contó hasta bien entrados los años setenta con media docena de pensiones en las que se ejercía la prostitución, «lo que deparó durante décadas no pocas anécdotas», recuerda tiempos pasados mientras con sus manos se afana con un serrucho plano y sarpullido de dientes finos.
Rafael va practicando, de forma sincopada, pequeños cortes en una pieza tubular de madera del tamaño de una moneda. Al final de la conversación esos cortes formarán una cresta, y con otro golpe técnico el rodillo se convertirá en una mascota con su cresta. Será un pajarillo, por ejemplo, «para regalar a mis nietas», expresa con dulzura.
Rafael es ebanista, de los que hace muebles. No hay que confundir con el carpintero, «que es quien hace los armazones de puertas, ventanas o casas». Recuerda los buenos tiempos «con cantidades ingentes de trabajo. Hacíamos todo tipo de muebles, desde una tabla de lavar hasta comedores enteros. Pero ahora, ya -se le escapa como una astilla el lamento- con tantos "Ikeas" y grandes superficies la gente compra ya los muebles hechos, y la carpintería, la ebanistería, languidece».
Sin embargo, por su edad, ya no admite encargos de ninguna clase, «y eso que de tiempo en tiempo viene gente y pregunta si se admiten encargos, porque no encuentran ya carpinterías para hacer los arreglos».
Y claro, que el oficio de toda una vida, heredado de su padre que a la vez lo heredó del suyo -estamos ante la tercera generación de unos ebanistas, carpinteros y toneleros granadinos-, le apena. «Me da mucha rabia que se pierda la carpintería, nuestra carpintería, pero es que solo he tenido hijas y no se ha podido seguir con la tradición familiar». La combinación de años y poco negocio le ha llevado a sacar a la venta todos sus materiales, todas sus herramientas y, si alguien es buen conversador, le saca también todos sus recuerdos.
Rafael utiliza las puertas de su carpintería a modo de tablón de anuncios. Con caligrafía firme y recargada enumera su particular ajuar de madera y clavos. Vendo «banco y herramientas de carpintero, algunas de chapista (como bigonias o colas de milano). Herrajes, baúles, estuches, un arca. marcos, un arado, banco de fontanero, bastones, garrafas de cristal (grandes), grabado de latón, cobres antiguos, xilópalo (madera fósil), rosa del desierto, bala de cañón y las cosas más inverosímiles».
Escrito en tiza vende: «... algunas cosillas más. Herramientas de tonelero. Acciones. Pedestales. Baúl. Tonel. Discos (...)» y termina vendiendo su sabiduría: «Mientras los medicamentos no se globalicen la globalización es una mierda». Escrito indeleble en sus neuronas, ochenta años de vida dan para un rato, Rafael también tiene escrito en las puertas de la carpintería: «Dos infinitos hay: el universo y la estupidez humana».
Del interior de la carpintería sigue saliendo una musiquilla de fondo. «Es zarzuela». Las notas atipladas van rebotando por la carpintería, por sus estantes enmohecidos, repletas de útiles, enseres, recuerdos, ejemplos, notas, recortes, lámparas, herramientas, trapos, relojes, bombillas, libros y cuadernos, llaves como las de las pelis de Harry Potter... recuerdo haber visto también candelabros, algo de plata, cubiertos, un par de radios y espejos que apenas recogen la penumbra instaurada en setenta años de oficio modelando madera.
«Tampoco creas que vendo mucho. Si entra alguien y pregunta por un serrucho, unas puntas o algún buen listón de madera, si es apañado y me da buena conversación se lo lleva de gratis». Igualico que en el banco, vamos.
Pies de foto:
POR DENTRO. Una zarzuela suena de fondo, hay penumbra y Rafael está apoyado sobre su centenario banco de carpintero. POR FUERA. Tiza sobre la puerta de la carpintería como reclamo para vender las herramientas.
Con orgullo, publico la reseña del maese Pepe Cervera, en su blog, Perogrullo, con la siguiente frase que he puesto en Twitter: La crítica fortaleza, el halago debilita, pero sienta de puta madre. Gracias, con humildad :-) http://cort.as/Dk3
Me acaba de llegar un comentario (hoy es 8 de enero de 2012). Me escribe una de sus nietas en nombre de toda la familia para informarme de que Rafael ha fallecido. Les he dado las gracias y les he dedicado este post. Hay esperanza, merece la pena ser periodista.
11 comentarios:
Sabes contar historias.
:-) Gracias!
Una gran historia... Al leerla me ha dado mucha envidia (sana) Javier, porque yo también adoro esta profesión y me gustaría poder pasear la ciudad y hacer ese periodismo de historias. Pero, en mi caso, es casi imposible, por muchas razones. De todas formas, enhorabuena.
Asi da gusto leer...
Hola Jesús. Gracias por tus palabras. Ando ahora mismo haciendo una bonita historia sobre Granada que también trata sobre pasear, ver la ciudad y dejar posar la vista. Supongo que saldrá a lo largo de este fin de semana o vete tú a saber. Cuando se publique la publico por aquí también. Ciao!
Maines..... Gracias por el piropo. Se agradece!
Si todas las historias que solemos leer se escribieran así, habría menos crisis en el sector... Te envidio el talento!
Me gustan las historias cuando se4 cuentan desde los ojos de los otros, de sus protagonistas, y tú lo has sabido hacer a la perfección, Javier.
La historias viven a nuestro lado, se toman copas junto a nosotros en las barras de los bares, sólo hay que saber distinguirlas, prestar oído y tener la habilidad de saber contarlas depués.
Enhorabuena, compañero.
Hola Jack Daniel's, gracias por tus palabras. Es "abandonarse al otro", que me contaba David Beriain comentando el legado de Kapuscinsky. O en La Tertulia de 1001Medios pasada, cuando Ramón Lobo explica que cuando alguien viene a tu casa el niño tiene dos opciones, escodnerse o salir a ver quién es.
Me gusta. El post y sobre todo la historia.
Y yo que pensaba que iba de que vendían Caja Madrid por 180€...
;)
Buenas Javier:
Que decirte. Nos apasionó tu historia y el leerla de nuevo nos trae muy buenos recuerdos.
Te escribe su hija y sus nietas (en nombre de toda la familia) para darte las gracias por esta historia tan bonita que contaste de nuestro padre y abuelo, un hombre muy conocido y querido por haber dejado huella en esta ciudad de Granada, en concreto en Calle Lucena y alrededores.
Darte la noticia de que ayer, 6 de enero de 2012, a las 19:45, Rafael de la Higuera Pérez, quedó dormido en un sueño profundo dejando tras de sí una estela de historias como la tuya, historias de montaña, historias de madera, de barniz, de serrín, de monedas, sellos, clavos, tornillos, cepillos…
Ahora ha hecho el mayor trueque. Ha cambiado su vida por la eterna tranquilidad. Se ha podido encontrar con su esposa entre nubes que cepillará y estrellas que barnizará.
Todo el que lo conociera, sabe lo que ha perdido esta ciudad.
Un gran hombre, un gran ebanista, un hombre de tomo y lomo que nunca saldrá del recuerdo.
Gracias Javier. Muchas, muchas GRACIAS.
Gracias Papá y Abuelo, te lo mereces.
Paqui, Irene y Andrea.
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